domingo, 29 de septiembre de 2019

Las cosas que hicimos

Cuando pase los dedos por los libros no escritos, cuando piense canciones que he amado a través de tanto tiempo y espacio como puede tener una  amapola, cuando crea que muero sin que sea verdad, tendré un lugar, una especie de bote de cristal como el que pueda tener una granjera despistada en su alacena para atesorar los frutos rojos del invierno, pues ahí es donde habré guardado las cosas que sí hicimos.
Y entre ellas el encuentro de ayer, un rato de charla y cervezas con uno de los personajes que considero emblemáticos de mi época bloguera, como yo le llamo, la época salvavidas, cuando manejaba aquel bote de palabras en madrugadas azules que no acababan nunca , cuando echaba las redes para el consuelo y las sacaba repletas de relucientes pescados color plata que luego se quedaban saltando dentro del bote para ayudarme a vivir. Nunca tuve más intención que ésa, que alguien me ayudara a vivir con sus halagos nacidos más allá del océano, y si acaso pensáis que eso es poca cosa, os recuerdo que ha habido gente a lo largo de la humanidad que se ha salvado gracias a un mensaje por radio, a una comunicación casual emitida desde espacios lejanos, a un destello de linterna o a la sombra de una figura al otro lado.
Pensar sólo que hay alguien que te admira por lo que eres, cómo escribes o cómo piensas , pensar simplemente que alguien puede tener entre sus manos tu corazón por unos minutos de su largo día lleno de obligaciones y responsabilidades en la larga fiesta de las máscaras, (que cada uno soporta como puede), es un motivo lo bastante atractivo como para seguir, y alentar de esa manera la esperanza.
Cuando todos teníamos blogs activos, creo que eso fue lo que hicimos, echarnos salvavidas unos a otros, acariciarnos las panzas como haríamos con perritos sin madre, juntarnos las palabras para que ellas hicieran de abrigo para tal o cual cosa que ahí se expresaba, ya fuera emoción o sentimiento o simple cuaderno de bitácora, y cada cual con su rostro verdadero o su antifaz de colores, encontramos, creo, mucha gente curiosa a nuestra medida.
En mi caso debo decir que obtuve mucho más de lo que esperaba, porque con el tiempo conocí gente que albergaba exactamente lo que dejaba ver en sus escritos; hasta la fecha sois más de una que sigue en mi vida aun en la distancia, con los espíritus a veces tan cercanos como las cometas que se encontraran en el aire cuando el viento decide juntarlas y no antes ni después, sin la obligación del surco de un cuadrante ni calendario.
De hecho se me están olvidando las fechas , como si nunca hubieran tenido importancia, y es verdad que no la tienen a partir de cierta edad, como los libros olvidan quién los hizo  y cuándo fueron escritos.
En la vida todo es un baile de rosas y espinas, y al final todo acaba pasando, dejando tras de sí los zapatos sucios de las bailarinas, sus lazos de pelo tirados en el suelo, las botellas de vino vacías, los ropajes que usamos para seducir y los grilletes que llevamos, ya enmohecidos, en las esclavitudes que decidimos asumir con gusto.
No queda mucho más , pero es importante haber tenido esas chispas en la trayectoria, haber vivido poniendo todo el interés que puede tener un buen trago de vino fresco a la garganta.
Así definiría a mi querido Genín, a quien al fin abracé con muchos años de retraso, (ya nos pilla a ambos redondos y talludos, como se puede ver en la única foto , absolutamente mítica, que voy a poner con su permiso, que será solicitado inmediatamente después de terminar estas líneas), pero que creo disfrutamos enormemente.
Un buen trago de vino es este hombre que tanto vivió y sobrevivió, una persona que al igual que otra viajera de estos lares , me sirve de inspiración con su ejemplo de palabra viva, de humor tenaz que se cuelga de la realidad y la transforma, me atrevería a decir que la convierte en lo que a uno le sale de los cojones, con toda su carga de frustración y batallas necesarias pero sin bajar la guardia para que nadie pueda decir que nos rendimos.
Ésta es la gente que me inspira, no los titulares de prensa, ni las revistas de farmacia, ni los artículos de salud ni los percentiles ni los pronósticos del FMI ni mucha, muchísima gente, mucha más de la previsible, gente domesticada que trato y atiendo a diario.
Fue maravilloso pisar el ranchito, después de tantos años de imaginarlo, al final nada es lo que inventamos pero al mismo tiempo es exactamente lo que creímos,( Genín por ejemplo  es más alto y corpulento de lo que me representé, sin embargo Pitu se redujo de la setter de mi imaginación a una monada  de apenas unos kilitos de peso con la mirada de reina y la cola como una pluma blanca para atraer los buenos vientos pero aparte de eso, todo en el reino de Genin cuadró).
Y así como cuadra el corazón con su latido  y la hojilla con su rama, yo también me colgaré de esa energía volcánica que a veces tenemos los derrotados para echarnos a vivir, ahora que sabemos que la edad sólo es un impuesto cabrón que tenemos que pagar por la inevitable caducidad , pero que no puede con una mente que se resista.
Así es como te percibí, tan joven como siempre serás, y yo seré, porque también me niego a enmohecerme , que digo yo que por algo en el bar te conocen así, por el verdadero nombre, Joven, y jóvenes seremos forever and ever y que le den por culo a  la tristeza.
Como una chispa, como un fruto rojo en mi bote de cristal, como un trago de vino fresco directo a la garganta , ése es mi dulce recuerdo de un encuentro que fue con años de retraso, qué digo, no, justo en su momento y lugar precisos, el día de ayer, cuando la vida volvió a echar a andar después de una noche de dolor y pesadilla.
Como la vida misma que se reinicia a cada rato.
Cuántas aventuras le quedarán todavía al alma libre, eso se lo dejaremos al oráculo del sur, que ahora mismo está fuera de cobertura.
Ni falta que nos hace, porque con este presente que tenemos lo tenemos todo.
Gracias, gracias, gracias.
Y salud.

domingo, 8 de septiembre de 2019

Starman

Lo vimos cruzar la calle República Argentina con el semáforo en rojo para los peatones, un poco echado hacia delante como la gente que está mal dibujada, un poco varado hacia la derecha, con los pies abiertos haciendo andares extraños, con una bolsa de papel donde podía leerse una marca de calzado en una mano; una moto le sorteó peligrosamente, vestía camisa amarilla y llevaba la cabeza rapada, su tono de piel era blanco lechoso, nos sorprendió verlo cruzar así en dirección al metro. Cuando el semáforo cambió cruzamos nosotros también, y al llegar al acceso al metro vimos a nuestro hombre parado, mirando al suelo, con expresión pensativa, su bolsa de papel en la mano, sin hacer ningún gesto ni movimiento.
Tanta prisa para pararse así, sin motivo.
Nos dio tiempo de entrar a las puertas de acceso mientras mirábamos hacia atrás con un poco de reserva, preocupados por si le estaba dando un chungo de ésos que fulminan a la gente y los borran en directo sobre el paisaje urbano, por si se tambaleaba y se caía, por si necesitaba ayuda, aunque ya una vez dentro del metro era bastante probable que las cámaras lo estuvieran grabando y alguien pudiera detectar más pronto o más tarde una indisposición de trágico resultado, o esto es lo que creemos en las ciudades.
Volver la cabeza y mirarlo, al menos en mi caso, con la timidez de no querer ser cotilla, total, la gente tiene derecho a ser rara, a no ser preguntada por su comportamiento cada minuto si algo no se ajusta a lo que consideramos normal, pero realmente desarrollamos entre los tres una teoría de lo que podría estar pasando.
"Se ha gugueado"- dijo Selene, y me explicó que eso es cuando el ordenador o lo que sea se bloquea y no puede seguir haciendo lo que estaba haciendo, entonces actualmente tenemos tantas formas de guguearnos (supongo que se escribe usando los caracteres de Google) como enfermedades degenerativas, pero lo del hombre calvo de la camisa amarilla, con aquella palidez sospechosa y lagartija y aquella inmovilidad cerúlea era otra cosa, como más inmediata, más evidente.
Era un alienígena que recién estrenaba un cuerpo prestado , y que tenía serias dificultades para pilotarlo, por lo que se había parado en la puerta del metro para repasar las instrucciones o emitir algún tipo de consulta con la que poder continuar.
Llevados por la imaginación y la perfecta verosimilitud que ofrecía la imagen, pensamos que si conseguía entrar (hasta que bajamos en el ascensor continuó allí, como una estatua, sin mirar un teléfono, sin buscar la tarjeta, sólo quieto, atento a una especie de voz interior, o quizá un reseteo), seguramente bajaría con nosotros al final de línea, donde hay un campo, una extensión abierta sobre el cielo de Sevilla, muy apropiada para ser recogido por una nave espacial sin demasiados testigos siendo como era un día entre semana (los fines de semana con la tendencia a la  botellona en el aparcamiento la cosa se complica), y Selene me confirmó que hay teorías consistentes sobre esto de la infiltración entre humanos  de seres procedentes del espacio, a lo que le dije con total sinceridad, como cada vez que doy por sentada la fuerza de nuestra carga espiritual y la veracidad de las otras puertas, en un entramado en el que por pequeños no podemos considerarnos ni únicos ni simples trozos de carne con ojos, aunque algunos lo sean , pues como digo con total fe en lo que estaba diciendo le respondí que sí, que nuestro hombre era uno de ellos, pero que por torpe lo tenían que recoger ya, como resultado de una misión fallida.
El metro empezó a llenarse y lo vimos sin embargo subir al vagón, había conseguido ponerse en movimiento;tomó asiento entre la gente y de lejos lo espiamos a ver cómo lo llevaba, todo bien, aparentemente uno más en la fauna cansada de un día laboral, sólo distinto por el color pálido y un cierto desconcierto.
Con decepción vimos cómo bajaba en Amate, muchas paradas antes de la estación final, donde sin duda lo podrían recoger con más tranquilidad , así que pensé, bueno, otra vez se ha equivocado, éste no tiene futuro como infiltrado.
Es mucho mejor que sea un tipo humano con alteraciones debidas a cualquiera de las numerosas patologías que padecemos en la colmena, y que llegue a su casa tranquilo y que se quite los zapatos y cene algo ligero mientras ve un rato la tele, más tranquilizador que imaginarlo como una criatura perdida en un mundo de vagones chirriantes y señales luminosas y sonoras cuyo significado hay que aprender.
Bueno, encogimiento de hombros y continuación de la ruta.
Ahí se hubiera quedado la cosa si esa misma noche, mientras A. y Selene sacaban a las perras cerca del olivar, una gran bola de fuego no hubiera cruzado el cielo por unos segundos, ofreciendo un espectáculo nada usual en esta zona con suficiente contaminación lumínica como para no apreciar más que alguna perseida gorda y esporádica.
"¿Lo véis? Bajaron a buscarlo pero no lo encuentran; se equivocó de estación, lo que demuestra que nuestro turista alien es excesivamente torpe; espero que puedan recogerlo de todos modos antes de que lo haga un hospital ".
Esto dije yo cuando me lo contaron al llegar a casa (yo me lo perdí, por floja, que no quise sacar perras esa noche).
Mientras escribo esto, en la tele ponen alguna de las películas de la serie de Hombres de negro, y pienso, cuántas veces más la realidad podría responder con hechos a mis ansias de ficción.
O dicho de otro modo, cuántos serán los caminos con los que la fantasía siempre ha conseguido responder usando el lenguaje de la realidad, hasta transformarse en cosas que pueden verse, tocarse y sentirse.

domingo, 1 de septiembre de 2019

Ensayo de la vejez, extra, extra

Cuando abres los ojos y ves que ves menos, y que la cabeza se te cansa y que la digestión es pesada y que todos los días se repiten , te dices a ti misma, estoy vieja, pero ya no te acuerdas de que la capacidad para vivir la rutina como una pesadilla la tenías ya de joven, y que entendiste la vida como una pesada carga desde la primera flor y que por eso te tronchaste, por obedecer la orden del cuadro de mandos neurológico desde el primer albor.
Sin embargo hoy sabes que la vida es un tanque que atraviesa campos y ríos, a veces cenagosos, y que las flores tienen la costumbre de explotar incluso a través de las grietas del asfalto, y que ésa es más o menos la habilidad que también los humanos poseemos.
Negarlo sería de tontos así como la necesidad de inventar cada mañana el horario que parezca nuevo para no morir de aburrimiento, y con más o menos gallardía también  solemos conseguirlo.
Debo decir que si no fuera porque existe gente que escribe hace años que me consideraría loca, defectuosa, mal etiquetada como la carne con listeriosis, nueva marca turística de la tierra en la que habito, en la que nunca pasa nada y el sentido del deber de los políticos es tan visible como la cagada de una mosca recién nacida.
Sé gracias a los que escriben que lo que me pasa no es nada malo, es una pataleta y un pasmo continuo, pero también una queja y un lamento y un beso largo y frío cuando ya no esperas nada, una caja que no quieres abrir pero que abres de todos modos, el impulso de llevar la contraria cuando todo el mundo está aceptando la ignominia como lo más normal del mundo, justificando el crimen y acatando el desastre.
Aquel senegalés tenía razón, uno lo que quiere al final del día es ir a su casa y abrazar a su familia, y tenía razón, creo que eran los tiempos en los que yo conocía las calles por obligación, porque desde mi ranciedad sevillana, desde mi enfoque cómodo de las cosas, no sabía que tanto desmán fuera posible para gente que quiere ganarse el pan sin más, digamos que me asomé a un mundo nuevo por el ojo de una cerradura para que mis ojos también se abrieran, y aunque no llegué a abrir la puerta del todo, sí me dio tiempo a ampliar mi horizonte con el otro punto de vista posible de las cosas, esa joya de la corona espiritual que las señoras retrógradas y los padres de familia que se creen buenas personas  jamás conocerán.
Al final llegué a la conclusión de que lo único que podía hacer era el máximo bien posible en el circulo más pequeño a mi alcance, y que con esto sería suficiente para ese entorno cercano, y que desde luego, desde ahí podría poner otro color a mi propia realidad.
Ahora mismo el mundo no está por esa labor, pero tampoco hay que ser derrotistas; si apagamos por unos meses los noticieros y nos dedicamos al de al lado con un poco de empatía, en poco más de media luna estaremos con ganas de mandar a tomar por culo el deseo de muerte y las voces de la vejez, que blanquea nuestras carnes otrora sensuales y afloja los pocos músculos como gelatina de arroz, abrazando otra vez la vida como si fuera lo único que se nos permite, porque de hecho ésa es nuestra máxima libertad.

Despedida

Creo que abrí este blog en el año 2009, y hoy decido que lo cierro,once años después;no deja de ser una friolera, teniendo en cuenta la gent...