miércoles, 22 de enero de 2020

El cuento más bonito

Como en los cuentos, recibí un nombre nuevo al sonido de tu  primer llanto; un sonido puro que venía de lo desconocido, de un lugar absolutamente limpio, y rompió con fuerza cualquier atisbo de comodidad desde ese momento y hasta el presente.
Como en los cuentos, saliste con una llama de fuego en la cabeza en forma de cebolla mágica, menuda pelambrera; unos ojos profundos e interrogadores y una boca rosada como un corazón nacido en el medio del bosque.
Como en los cuentos, tan bonita como para temer la envidia de las brujas malas, y tan lista como para aceptar la vida sin que te importe la lucha; digamos yo fui la teoría y tú eres la práctica, yo escribí unos renglones desde mi idealismo cobarde y tú vienes a completar el texto con una valentía y una honestidad que muchas veces no entiendo.
Porque yo he vivido, hija, y ya no creo en la amistad cuando de brillo personal se trata, ni de intereses desnudos cuando los humanos se juntan, el interés y el desnudo digamos son contrarios pero la juventud no lo sabe.
Aun así, como eres agua limpia me niego a desengañarte, y tendré que aceptar dejarte libre para que vivas por ti misma, lo único que puedo ofrecer es mi disposición a estar aquí para ti hasta mi último día en la tierra, que no es poco para alguien desapegado como yo.
Así pues, felicidades mil, querida hija.
En el cuento más bonito, la princesa cumple hoy dieciséis años, y en el palacio bullen las cocinas para celebrarlo, ignorando por un día la zozobra y los fracasos.
El sol que bendijo aquel oscuro rincón del mundo que era y sigo siendo yo se empeñó en quedarse para hacer más auténticas todas las cosas, en medio del desierto de los calendarios y la tristeza, y la luz llegó para quedarse.
Esta tarde brindaré para que sigamos teniendo la capacidad de entendernos y no sólo amarnos como se aman las familias, por costumbre y ADN.
Y como me gusta el agua limpia me gustas tú aunque seas mi hija, con una entrega infantil que nace como un arroyo de montaña dentro de mi corazón agrietado que reparas con una comprensión difícil para tu poca edad.
Gracias por tu mirada nueva, gracias por tantas cosas.
Feliz, feliz cumpleaños.

miércoles, 1 de enero de 2020

El gen de la soledad

Arrecia fuerte el gen de la soledad, me empuja a bares y situaciones en las que seguramente tampoco sería feliz; me cuenta al oído todo lo que me perdí y me estoy perdiendo, y aunque en el fondo de mi corazón zen sé que no me he perdido nada importante, porque nunca hice nada que no quisiera o digamos, todo lo que hice fue porque así tenía que ser, el gen de la soledad sigue espoleando, me susurra lo ridícula que parezco cuando cuido a alguien, cuando comparto techo con alguien, cuando tengo que ocuparme de alguien más que no sea yo, y esto incluye los lazos maternales, tan jodidos y asfixiantes para uno mismo y tan inevitables cuando has sido tú la nave nodriza y deseas controlarlo todo.
Espero no estar castrando a mi hija como seguramente me castraron a mí, con acciones y palabras sutiles en un bombardeo diario de información errónea que rápidamente te da un sitio en el mundo, en la familia y en la sociedad; después de leer "Ordesa" de Manuel Vilas, sé que esto no es posible, porque estamos unidos por una base muy sólida, una amalgama de experiencias y frustraciones que todo el que se haya tenido que ganar la vida alguna vez comprende perfectamente, o todo el que haya sido padre o madre, o todo el que haya creído lo bastante en el amor como para permitirse una relación larga en el tiempo, o quien se haya levantado alguna vez de la cama con la obligación de llenar las alforjas de recursos.
Vivir es un trabajo en sí mismo, si exceptuamos para aquellos que escriben mensajes positivos como quien se tira cuescos con cuyo olor y, a golpe de entusiastas conferencias,  intentan paliar las frustraciones de los demás, de los esclavos que sufren porque se dan cuenta de que lo son y quieren dejar de serlo. La tarea del gurú en este caso es conseguir que los esclavos se convenzan de que no están tan mal, de que la vida no duele y de que es posible, con el dominio de la mente y del espíritu, transitar por este barrio siempre con una sonrisa en los labios, aunque sea más falsa que un duro de chocolate.
Mi gen de la soledad sabe que esto no es real, porque las capas del vestido que llevamos sólo cubren por arriba, cuando llega la noche y nos desnudamos hay un espejo pequeñito con el azogue muy brillante, el espejito del diablo le llaman , que es el que nos da la medida real del ser que somos.
Ahí todos sabemos si somos grandes o pequeños, libres o esclavos, amados o soportados, deseados o simplemente retenidos, dioses de nuestro tiempo mortal o meros supervivientes, casi siempre una mezcla de todo, y entonces le pedimos al sueño que nos saque de ahí.
Sé que estoy sola, ya lo sabía de pequeña, y leer libros como el de este amargadillo(no es el único, también está Millás en mis últimas lecturas) confirma esta certeza, y no me refiero a sola en la vida, social o civilmente, como oveja de rebaño no estoy sola, no, lo he sabido hacer en ese sentido, mi vestido fue lo bastante atractivo como para enderezar mi vida, y el trabajo que hice conmigo también surtió efecto a raíz de ciertas grandes y profundas decepciones, después de todos aquellos años de ninguneo y mal querencia supe despertar, aprendí, que esto es una cosa fundamental que pueden hacer los seres humanos, aprender de lo vivido para valorarse y darse un abrazo grande a una misma, que no nació para ser mártir sino  para obtener agua como si fuera flor y sol para verdear las hojitas y luego a cambio poder florecer, no para mustiarse en un rincón mientras crece el ego de otro o de otra que hace ver que es aliado pero no es así.
Y con todo el equipaje de quien va para sabio o desea serlo, en el sentido de mantener la calma por encima de las tormentas mientras llegando a tierra se pregunta qué será lo siguiente, tampoco pienso dejar que gane mi gen de la soledad y me haga abandonar a los que quiero, aunque tenga yo, como todos, el derecho básico a masticar mi soledad  sin entregas ni sacrificios, como ya hacen en mi familia desde hace algunas generaciones, todos somos como islas que no desean rozarse y cuando lo hacen , parece que no dan la talla como no la doy yo.
A veces no puedo con mi disfraz, con mi sambenito, con mis obligaciones y mareos; a veces sólo quiero dejar de preocuparme, tirarme en el solaz de una vida caótica llena de libros, en aquella torre de biblioteca que fui capaz de ver mientras leía, entregarme a la lectura como aquellas otras mujeres incomprendidas de la historia silenciada a las que no les interesaba nada más, y llegar así a una profunda felicidad o al menos a la anestesia de los sentidos en pro de un cierto conocimiento.
Pero seguramente ése sería otro disfraz, otra búsqueda inútil, otra fuente de remordimientos, porque quién quiere quemarse las pestañas entre libros habiendo tanto por vivir, por beber, por conocer, por besar, por bailar, por experimentar.
Quién puede saber si en el fondo siempre andamos buscando la paz para con nosotros mismos, el consuelo de saber que vivimos por algún motivo que merezca la pena. En mi caso, y como siempre, tengo el consuelo de saber que en literatura no hay tabúes.
Mientras los que escriben sigan trabajando poniendo nombre a las cosas que me pasan, a mí, tan sola en el cosmos, resulta que no, que no estoy sola; porque hay alguien que se atreve y escribe realidades no edulcoradas sobre esta lucha viva, la pura contradicción del amor y el tedio, ese odioso balancín de emociones y desequilibrios, y la prosa te habla y lo comprendes, y no hay ninguna voz crítica que te riña o te diga "anda no seas así", porque las familias no hablan de esas cosas, de hecho nadie habla de sentimientos, nadie habla de lo que importa, y es mejor que no lo hagas ahí fuera, de lunes a viernes, en tertulias o reuniones, porque pasas por negativo depresivo o sarcástico o cínico o vete a saber qué mas.
Como si uno no pudiera reconocer lo cutre para luego levantarse enseguida, quitarse el polvo de las botas y esbozar una sonrisilla de comprensión, así es.
Se puede reconocer la soledad y luego ejercitarse en meditación , en esperanza, en cielo azul aunque estés compuesto de un ochenta por ciento de vapor de agua de color negro.
Por qué no.
La literatura es el hada que hace posible reconocerlo así.
Somos este raro milagro de deseo y de muerte, de lucha y de pena, de dolor y placer, y en el medio hay un montón de barbaridades , convenciones y engaños.
No pasa absolutamente nada.
Se puede escribir y seguir viviendo.
Yo quiero hacerlo mucho más en este 2020, y cuento con el aplauso de mi torpe corazón.
Y con el amor de vosotros, unos pocos, para que sigáis estando ahí, haciendo de espejito del diablo que da la talla real  de todas mis versiones y viviendo vuestros propios caos con toda la alegría de la que seáis capaces.

Feliz año nuevo y palomas de luz y prosperidad saliendo de esta chistera en 3,2, 1 …..YA!

Despedida

Creo que abrí este blog en el año 2009, y hoy decido que lo cierro,once años después;no deja de ser una friolera, teniendo en cuenta la gent...