domingo, 10 de septiembre de 2017

Algo se romperá (Crisis)

Algo se romperá entre nosotros cuando ya no piense como tú, cuando entiendas que lo que tanto te importa se me da una higa, cuando nos dé coraje no ser hermanas en las pasiones. Algo se romperá  cuando veamos que tú vas por arriba y yo por abajo, que el color rosa no nos dice lo mismo, cuando lo evidente para ti sea una duda razonable para mí y cuando todo lo que tengo claro te parezca simplemente cobardía.
Algo se rompe siempre en este puto mundo habitado por hormigas que se creen las únicas poseedoras de la razón, que inventan escalas para llegar al cielo y se quedan atrapadas en miserables mentiras, algo se rompe en el mismo momento que dos mundos catastróficos se ponen en contacto para tirar de un hilo.
El que dijo que los debates enriquecen se equivocaba más que la paloma autista de Alberti, el que confía en la libertad del individuo como promesa de que pueda florecer algo bello tampoco está muy fino, y todo esto me provoca una agobiante sensación de pérdida, de inutilidad como si me hubieran echado del paraíso, yo que viví y soñé a través de los libros persiguiendo siempre  las biografías de la gente que luchó.
Es duro darse cuenta de que tengo más en común con la madre de David Copperfield que con  Phoolan Devi, por cuya muerte lloré amargamente y me rasgué las vestiduras del corazón occidental que me pusieron al llegar.
Es duro darse cuenta de que nunca dejaré de adjetivar en exceso, de que me resigno a cocinar mis pucheritos de  esquemas rotos, algunos son tan inéditos que tengo que hundirlos con la pala de madera en el agua hirviendo para que no protesten.
Ayer tarde estaba en el paraíso, oliendo las flores y contemplando el arcoíris, cuando el ángel de la vida me dijo que sólo era el reflejo del romance de la luz con el agua, y era cosa mía lo que quisiera ver.
"Necesitáis las mentiras porque son bellas; a ver cómo se lo explicas a los que vengan después de ti "- me dijo, y me enseñó la puerta de salida, un arco florido del que colgaban dulces uvas que nunca podré comer.
Las uvas son para los soñadores; tú has dejado de soñar, me dijo.
Esta noche crucé un río, vendí objetos, comí pasteles, no puedo aceptar que esa otra vida mía no sea válida y hermosa, hubo un tiempo en el que yo sabía quién era y lo que vine a hacer, pero me perdí como una Caperucita a la que le gusta más el lobo que a un tonto un lápiz.
Tengo los años que tengo y no tienen importancia, a ver quién puede competir con eso; simplemente no me importan y al igual que ella, quizá comience a ser yo a partir de los cincuenta, la juventud es ese bonito papel celofán sobre el que ninguna tinta puede escribir y por lo tanto no sirve para nada, se va enseguida.
Dando gracias por lo mucho aprendido, abrazo mi dolor como si fuera un gato persa, mis carpetas como la documentación necesaria en mi papel de policía doméstico, y sigo caminando fuera del paraíso.
Puede que aquellas luces brillantes del final no sean sólo una hilera de tiendas en rebajas; puede que si me acerco, descubra que el paraíso del que me han echado no es el único.
Quién puede decir que no.

2 comentarios:

Genín dijo...

Bueno, consuélate pensando que seguramente mañana veas las cosas diferentes, mas bonitas, o... totalmente horribles, nada permanece mucho tiempo inalterable, sobre todo las ideas... :)
Besos y salud

Isabel dijo...

Querida, Reyes, tú eres el paraiso, el que tu te configures, y prueba de que crees en él es que sigues embelleciendo lo que dices.
Gran abrazo.

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