miércoles, 5 de septiembre de 2018

Carta a una dulce niña cansada de esperar

En las estaciones, en los muelles, en los cuartos apenas iluminados de las posguerras, en los pasillos del instituto, en las antesalas de los dentistas, en las entrevistas de trabajo, esperamos, esperamos, esperamos que los dioses nos elijan de entre un montón de posibilidades, amenazadoras y crueles como parecen siempre las cartas de las barajas ajenas.
Que yo sé mucho de esperas porque he pospuesto mi vida desde casi la escuela primaria, entregando mi inocencia a frailes que podían conceder el milagro de aprobar un examen flojo, y luego a pequeñas vírgenes escondidas en cuevas que obraban  la maravilla de traer el amor hasta la orilla, sin olvidar a aquel Cristo polvoriento que vivía en la capilla de un cortijo y al que me aficioné en mis mañanas de viajes por el Aljarafe sevillano, dentro había una atmósfera pesada y amarilla y parecía mentira que allí se pudieran obrar milagros, pero a juzgar por los exvotos y chupetes de plata estaba claro que sí, que es posible, porque donde está la fe está el poder, y de allí, de entre las manos de ese Jesús un tanto ajado salía mucha felicidad humana.
Del huevo de la tendencia a pensar demasiado salí yo, y con pasos torpes fui a hablar con él porque necesitaba amor, en aquellos meses el amor de alguien que no quería amarme, al menos no a mi manera, que eso es una cosa que se nota enseguida, cuando la ropa que te presenta el destino no es de tu talla, eso se sabe, pero joder, esa chaqueta es tan bonita, me hace sentir tan bien, que ojalá pudiera  servirme.
En aquel caso era un pequeño jardín de las delicias, un patio con algo parecido a una fuente que brillaba con el sol, ya no lo recuerdo muy bien, una sensación de hogar  absolutamente efímero pero apasionante, al fin y al cabo qué son los besos sino una especie de hogar, sobre todo cuando una está hasta las raquetas de ser un alma errante.
Pero qué va; a veces la fe no es suficiente, porque la chaqueta aprieta en los codos, se queda ridícula en momentos importantes, se convierte en un trapo patético cuando una espera otra cosa, y me he preguntado muchas veces, durante ese proceso de aceptación, si podría ser cuestión de tiempo, una vez más, así como todo termina encajando en su sombra con el paso de los años, si se trata de sentarse a esperar a ver cómo caen las hojas de los árboles, sin estresarse haciendo preguntas a una misma y a otros hasta que al final la madeja se enreda y vuelve el dolor.
Cuánto mejor no será  eso que enfadarse con la casa pequeña, el novio olvidadizo, la hija pasota, el trabajo granujiento como un papel de estraza que me va lijando las ilusiones en cada amanecer, los huesos de color violeta de la cierta edad (tan incierta por otra parte),la tristeza de Septiembre con sus despeluques emocionales( cuántas veces me has engañado, Septiembre, porque siempre llueve y esa lluvia promete cosas nuevas),la perra desobediente que me deja tirada al borde del barranco y se come una mierda tan ricamente, mientras grito y le tiro piedras y se limita a mirarme para enseguida seguir con su asqueante experiencia.
Yo también esperaba que fuera más inteligente, la perra, y que hubiera querido evitar la coprofagia frente a mis amenazas y mi desesperación; pero esperar cosas que los demás seres vivos no están dotados para dar no es una buena opción.
Puedes estar agotada, tontorrona, deseosa de lluvia y abrazos, clamando por el derecho a saciar todo eso, pero por mucho que los besos sean el  único hogar que tienes ahora mismo, si no tiene que ser, no será.
No hay mala intención, sólo es incapacidad, porque las orquídeas no tienen patas y los pulpos no son aficionados a leer novelas, así que no hacen footing ni frecuentan bibliotecas.
No te enfades con ellos, dulce niña; no pueden evitar ser como son, pero también son bellos, no me digas que un pulpo no es una criatura increíble y las orquídeas no son preciosas.
La buena noticia es ésa, y otra más es que al igual que tú ya no quieres esperar más, en este momento hay alguien que busca entre las flores la más rara, un explorador que está hasta los huevos de ser un alma errante y que desea por encima de todo convertir en hogar el pequeño paraíso de unos besos,  y quizá  ése y sólo ése sea lo bastante bueno para ti, si se lo permites.
Ya sabes que la fe es la fuente de todo poder, y aunque no creas en cuentos de hadas, ya creeré yo por ti, al fin y al cabo también lucho cada día para conservar la fe que a veces parece una sardina en aceite y otras una rosa resplandeciente (las menos, pero ahí está).
Creo en pulpos y en orquídeas, y creo en los soles y en los cielos que me hicieron enamorarme aquella vez no correspondida, cuando bajando del montecillo una soberbia puesta de sol coronó de luz todas las redondeces de las nubes, como él me colmaba a mí o yo me lo inventaba, y llamé por teléfono como si fuera Stevie Wonder rancio , con cualquier excusa para hablar de chorradas cuando en realidad quería contarle tan sólo lo bonito que estaba el cielo aquella tarde al salir de su casa.
Fue uno de esos instantes de ridículo, con mi camisa de amor casi atrapándome la glotis me di cuenta de que nunca sería el edén más que un pasatiempo, que es justo lo que son los juegos hasta que empiezan a doler.
Y luego todo floreció en otros caminos y otras puestas de sol, cuando ya no lo esperaba.
Por eso cuando tengas la tentación de esperar demasiado, lo mejor  es sentarse y ver caer las hojas, que son tan bonitas y se han muerto ya como si tal cosa porque eso es lo que tienen que hacer, llenar el viento con sus besos crujientes y alfombrar las aceras de una muerte que no parece muerte sino renovación y esperanza.



https://youtu.be/Z7pAhNumuvo?list=RDZ7pAhNumuvo

domingo, 2 de septiembre de 2018

La paz

Es domingo y quiero renunciar a todo, se dijo.
Su cuerpo se negaba a adelgazar  después de tantos años de maltrato, que te den por culo, si me das te lo multiplico y si no quieres no me des, imagina que soy como una flor que recibe agua y no quiere secarse, si alguna vez quieres secarla tendrás que reducir la cantidad hasta casi matarla, y entonces según tú lucirá más bonita, dijo el cuerpo.
Y ante tal radicalidad, no pudo más que quedarse callada.
Sí, como las hojas de los libros, que se multiplican si alguien las escribe, si no hay atención nada puede crecer ni prosperar, esto lo sabe hasta el viento del norte, que está perfectamente diseñado.
La pregunta para hoy es si conviene más cerrar los ojos o abrirlos.
Darse cuenta de la realidad que tomamos por buena o ignorar tantos y tan frecuentes gritos de ayuda.
A mi alrededor ruge un mundo desesperado, cada día la emoción nos arrasa, dentro de 50 años la psicología será una ciencia básica para la vida , todo esto si juntas  las frases verás que es verdad. la cuestión es si seguimos siendo humanos o hemos perdido la cualidad de compadecernos, de nosotros y de los demás.
Desde mi lugar de trabajo, que es como ser copiloto del diablo, veo a diario mucha desesperación, y eso que no soy del ámbito sanitario; pero la gente es tan contradictoria, tan surrealista, y ese mismo mundo odioso lo lleva cada uno de nosotros dentro como una caja de Pandora , siendo éste el mayor de los misterios.
A veces te dan ganas de matar, otras de abrazar (la verdad las menos) pero no deja de ser un aprendizaje constante.
Tomas conciencia de que los juicios de valor y las torres de cristal no sirven para nada.
Es domingo y quiero hacer tantas cosas, un par de llamadas, dos lavadoras, medio libro de un escritor de nombre impronunciable (autor de "La belleza es una herida"),limpiar algunos metros de suelo, quitar los vasos del vinagre, trocear pimientos verdes para hacer con pollo y fideos chinos, terminar el vermú aguado y lo más difícil de todo, inaugurar una saga mítica, una familia cuyo reino esté por venir con sus legiones de fans y hojas de bosque, yo sé que a poco estímulo que me de su cosqui bendito se me van a desparramar las palabras como la polución de un dios mono que se aburre solo en el fondo del bosque.
Claro que ni siquiera eso puedo hacer a tiempo completo, porque también me interesan los contornos de ojos low cost (hay tantas you tubers de belleza que he flipado y la verdad que engancha), las mascarillas  de algas y limón de una empresa vegana que tengo que localizar como sea para despigmentarme esta cara de inocente vieja aficionada al sol marino, y los nutrientes del brócoli y la necesidad de renunciar a los lujosos packaging por el bien del planeta.
Y me queda espacio para lamentarme por no haber nacido en Noruega, o en cualquier otro lugar del mundo donde matar toros no sea un deporte nacional o lo que es peor, sinónimo de cultura, porque aunque no vaya conmigo, me duele que eso esté pasando ahí fuera, como me duele que el perro Cooper se pudriera durante tres meses en el suelo de una cocina de una casa donde vivía también una niña (teclear en Google perro Cooper adopción, en caso de morbo), y aunque los barrancos estén llenos de perros y el mar lleno de muertos es indudable que por inútil que eso sea, yo sigo arrastrando su dolor, aunque sea bajo las pequeñas olas benéficas del aire acondicionado.
No me quedan fuerzas para mucho más, y esto me preocupa, porque tendré que atesorar el pequeño tarro de energías para conservar mi  luz, que es como una vela indiferente a las tentaciones del infierno.
Ese infierno del que la mayoría no sabe o no quiere escapar, enganchados a las malas noticias que se transmiten desde los altavoces de la infamia.
La paz, sin embargo, es chiquita y humilde, como una mariquita que se posa en un alféizar.

Despedida

Creo que abrí este blog en el año 2009, y hoy decido que lo cierro,once años después;no deja de ser una friolera, teniendo en cuenta la gent...