domingo, 25 de marzo de 2018

Panegírico

Vivió una vida buena, aunque se quejara.
Porque no fue mapuche ni masai,
ni kurda ni roghiya ni perra maltratada,
porque tuvo hermanos y habitaciones propias
y un padre carpintero al que ignoraba
aunque él también la ignoraba a ella.
(Pero no fue culpa de ninguno
esas cosas suelen ser muy anteriores).
Vivió una vida buena
porque tuvo siempre a mano buenos libros
y un colegio de curas castellanos
con los que se hizo una andaluza triste
y una madre leona y un corazón dispuesto
y nunca pasó hambre.
Lo que desea ahora en momentos muy turbios
es volver a un planeta donde el hambre no exista.
Los deseos se vuelven simples con los años que pasan,
en favor de la paz y la justicia.

Feliz semana

Semana santa, tiempo de reflexión.
En algún lugar al que desde aquí no se puede llegar hay una paz incalculable.
Jesús de Nazaret es parte de mi corazón pero detesto el santurronerío.
Quiero ser inglesa cuando veo el concierto para George, que  lo he regalado a my love en su último cumple, y quiero ser hawaiana cuando veo un documental sobre playas.
Quiero lucir un domingo de Ramos con la alegría de las calles de mi barrio original y quiero replegarme el viernes santo triste por la muerte de toda esperanza, para renacer después cuando nadie lo esperaba.
Soy un puñado pequeño de arena del desierto y me pregunto por qué es tan difícil que las cosas salgan bien desde el momento en que se juntan tres o cuatro humanos en un rincón.
Soy un poco de todo lo vivido y olido y besado y un mucho de incertidumbre y pasmo.
Soy un poco de todo y un mucho de ná.
Y mientras tanto,cada semana santa me dedico a observar cómo fermenta mi ansia espiritual.
El ruido exterior no me hace falta ni daño.
Con un poco de suerte llegaré a comprender y abandonar el juicio rápido de todo lo que existe.
Afrontar mis contradicciones con los huevos cósmicos que se me dieron al nacer como una bolsa de canicas repetidas para arrojar sobre los párpados de los enemigos de la libertad.
( Carta a los corintios o a los burdeos, Sevilla mestiza, año 18).

domingo, 11 de marzo de 2018

Desde el sillón

Hoy me levanto con dolor de huesos, oyendo un texto audiodescrito de Deepak  Chopra, y pienso en cosas nuevas, lo cual ya es mucho porque llevo toda la semana haciendo las tareas de burro de noria que se me pueden presuponer. En el cómputo de los días tacharemos uno solo en el que conseguí ponerle fantasía y buen humor a la realidad (trabajar las horas pertinentes con música de sevillanas a todo trapo mientras intentas explicar productos y servicios se ha catalogado ya como tortura, apropiada incluso para ser aplicada en sitios como Guantánamo), otro día en el que me preocupé porque vi enferma a una señora que suele ser una pelmaza (no tenía fuerzas ni para sacar la factura del bolso y tuve que dejarle paso al de atrás mientras ella buscaba ,lo más mosqueante suele ser siempre que no ocurra lo que esperas, en este caso es mosqueante el silencio de alguien que por regla general suele ser parlanchín a tope),oh el silencio, la antesala de la muerte, y quizá podría añadir este día en el que me levanto pensando en cómo el calcio viaja por los huesos (si algún improbable lector está necesitado de divagar como servidora , puede asomarse a las teorías de Chopra, en You Tube hay un montón) y realmente muerta en vida, en mi vida, en el reflejo que creé para mí.
Hay una cosa en la que creo totalmente, y es en el SER.
Ninguno de nosotros puede negar que se ha sentido siempre el mismo, la misma, a un nivel interior y profundo, sea niño o adolescente o viejo en potencia, aunque el espejo nos hable de arrugas y la espalda de chepas y las piernas de varices, aunque la sociedad te empuje a ponerte en la palestra y colgarte una etiqueta según los años que tengas, en el fondo una persona no se siente distinta , por mucho que el cuerpo cambie para bien o para mal,  si uno se mira al espejo y es capaz de dirigirse al que habita ahí dentro sabrá que no le afectan las diferentes capas porque siempre está el mismo, la misma, la que sostiene la vela mientras dure.
Recuerdo a mi abuela en el geriátrico de Heliópolis, hablándome de las viejas que allí estaban, como si ella no tuviera ochenta años, y la entiendo perfectamente.
Entonces sé que el ser que somos es algo en lo que se puede confiar, no es inmutable porque es como la luna que rige las mareas, está sujeto a los vientos y a los cambios de estación , pero está ahí sin que sepamos por qué, la identidad es ésta de ahora pero podría ser cualquier otra porque se funde con el todo, es así desde antes de nuestro nacimiento.
Cae la lluvia con ganas otra vez, con muchas más ganas de las que yo tengo de vivir mi vida, quedándome como me quedo a un nivel superficial de horarios, obligaciones y tareas, pero la diferencia es que hoy, desde el sillón, decido no olvidar a mi ser.
Puede ser que al igual que a trancas y barrancas he completado una inicial formación en mindfulness siga por ese camino para darle de beber al espíritu, que se muere cada lunes por la mañana o dando el concierto de las estupideces semanales, o puede ser que me apunte  a un curso de narrativa para hacer encaje de bolillos con las palabras como otras mujeres hacen labores, porque ésa es la mía y no tengo otra, o puede ser que me quede aquí el resto del día mirando caer la lluvia, que hace temblar las hojas verdes de las macetas.
Cambiaré una vez más, escribiré, me seré fiel, pero no renunciaré al mundo porque soy tan odiosamente humana que me resbalo en el barro una y otra vez hasta el punto de cabrearme por cosas del trabajo, participar en debates sobre feminismo en muros de Facebook (esto sí que es tonto, cuando quieres alumbrar a otros callos con tu propio callo iluminado, pero es que se me llevan los diablos con la incomprensión incluso después de una manifestación como la del 8M, que siga habiendo tantas piedras contra el tejado propio , tantos lugares comunes y a mi juicio de retrasito mental y humano), pero en cada caída me levantaré, me quitaré la mierda como pueda y seguiré buscando la luz en mi camino.
Hay tanta gente que no ve, que yo que intuyo que veo (seguramente tampoco veo un pimiento) tomaré esa oportunidad con las manos y el corazón, aunque sea para transformar mi mundo, la manera en la que percibo las ofensas, para darle la vuelta a lo que soy y tratar de ser un poco más feliz.
Escribir, amar, soportar, resistir, enfadarme cuando el viento se me lleve, caer en esta molicie y abandono, dormir, resistir, rehacerme, dejar ser lo que los otros son aunque me haya cagado en sus mulas con el pensamiento( porque me puede el carácter), claro,pero aun así  ser una buena versión de mí mientras dure esta vida.
Todo es posible y maravilloso...aunque de momento, hay que decirlo, estoy escribiendo desde el sillón.
Y los sillones suelen ser fallidos puntos de partida.

viernes, 9 de marzo de 2018

No llego

No llego y nunca voy a llegar.
A vivir sin quejarme, a escribir un verso cada día, a acostumbrarme a los cambios que son constelaciones de dolores, a estrenar vestidos nuevos con estrellas como la capa de Merlín, a aceptar lo que veo y oigo cada día.
No llego y nunca voy a llegar, a darme cuenta de que incluso cuando lleguen los grandes momentos de la vida , cuando los padres son viejos y el viento se lleva tus recuerdos  de familia, incluso en esos momentos seremos demasiado jóvenes, aprendices todavía.
Cómo se ríe por dentro el joven, la joven, cuando ve a sus parientes cuarentones, cincuentones y más tones lidiar todavía con cuitas que le parecen grotescas y se dice a sí mismo, a sí misma, qué pueriles estos viejos, qué poco han avanzado, pero llega un día en que la joven, el joven, se abre el pelo y descubre demasiadas canas y resulta que él, ella, tampoco avanzó tanto porque sigue sufriendo en el trabajo, discutiendo con su madre y esperando peras de los olmos de los días.
Y cae la lluvia como si nada sobre el patio, porque realmente nada ocurre.

Despedida

Creo que abrí este blog en el año 2009, y hoy decido que lo cierro,once años después;no deja de ser una friolera, teniendo en cuenta la gent...