domingo, 8 de diciembre de 2019

Cúbreme

En la ducha dejo que salga el pis libremente y trato de pensar en el momento en que sea inevitable y se me salga solo. No es un juego macabro, es sólo la necesidad de fantasear con el momento en que perdemos toda fuerza individual para pasar a ser trapitos de fibras en manos de la bendita sociedad, este grupo de enfermos mentales que juegan a acatar normas como si no pasara nada y con eso se aseguran que está todo bien, que mañana no pasaría nada si se abriera otra guerra, que los vecinos y la familia nos quieren de verdad y que  no serían capaces de lo peor si volvieran a tener libertad para hacerlo, y así somos capaces de llegar a viejos para creernos nuestras propias patrañas que son tan tranquilizadoras y nos dan tanta calma como para que podamos seguir vivos.
Supongo que todo el mundo ha visto cómo se trata a los viejos en la intimidad cuando los cuidadores se creen a salvo de miradas, y supongo que todos habéis visto cómo un cazador dispara y arrastra a una perra recién parida y también habéis visto este país curtido en hipocresías y odios cómo rebaja hasta poner a precio de saldo  las caretas  de sonrisas y de discursos normalizadores para quitar hierro a lo importante, una vez más, para que podamos seguir con lo nuestro, para que podamos  seguir vivos tachando de dramáticos a los que sólo dicen la verdad.
Supongo que siempre ha sido así, que el ser humano ha tenido que callar la voz del alma para darle paso a la cañada real, el cuerpo físico con todas  sus putas necesidades, darle curso a todos los miedos para tratarlos como se tratan las décimas de fiebre , con pastillas y olvido, para que sigan ocurriendo las mañanas de rutina y para que la ley pueda seguir siendo cumplida del lado de la mayoría  y todos tan felices.
Lo he dicho alguna que otra vez, que cuando uno está cómodo tiende a perder neuronas, y me sigue costando mucho encontrar el equilibrio entre el deseo de felicidad y la rebeldía que me fue inoculada sólo en esos aspectos de mi ser que no se ven, quizá sólo se despierta cuando bebo, quizá tenga que empezar a ponerle velas a san Bukowski o algún otro borracho ilustre que me inspire cómo se vive tocando siempre el filo del abismo que no queremos mirar.
Mientras tanto, leo y releo estas palabras que me encontré en el revés de una puerta de baño en Sevilla, como si de una nueva biblia se tratara, por probar a ver si os gusta a las almas despistadas que por aquí podáis todavía pasar/( sigo echando de menos a Trini, que partió hacia las nubes y cuya elegía compondré otro día, si encuentro las palabras que habrán de ser como mínimo tan claras como lo eran sus ojos, quizá no pueda conseguirlo), y dice así;

"Cúbreme con tus besos como si te importara
lléname del color de los rosales
hazme creer que somos para siempre
arráncame los guantes de fregar
y cúbreme las yemas de los dedos con tus labios
como si fuera un salmo muy antiguo
como si yo fuera la letra de todas tus canciones.
Cúbreme como si no hubiera más mujeres
ni antes ni ahora ni después de nuestro nacimiento
hazme creer en los milagros ya que existen catedrales
y jardines y acuíferos milenarios y koalas
y la luz del sol tiene esa forma de acariciar la tierra
cada vez que muere una jornada.

Cúbreme como si tu padre hubiera estado enamorado de tu madre
como si mis padres hubieran sido dioses de oro puro
y no anómalos despistes en un baile de pueblo
cuando compraron  libertad con un salvoconducto
ámame como si mi cuerpo te hubiera salvado la vida
redimido de todos los domingos
o de todas las veces que tuviste que callar
para  hacer lo correcto.

Bésame aunque esté vieja y fea
porque será cuando más lo necesite
para que mi alma no se olvide de mi carne
y mi sombra siga creyendo en la belleza.

Seamos así libres como los pájaros
y como ellos frágiles y eternos
una noche cualquiera
debajo de ti como un animal suave y conforme
con el raro suceso de la vida".



domingo, 10 de noviembre de 2019

Tú, a limpiar

Caía la tarde en la calle que ninguna culpa tiene de ser tan cutre, de arrastrar esa deprimente humedad de siglos, y a través de ella entré en el bar a tomar el té con leche con el que intento consolar mi no menos deprimente jornada laboral. Allí, en esa zona putrefacta de la ciudad, la escena habitual dentro del bar me recibió  como un paisaje repetido pintado a golpe de remo de galera; el camarero, el chico joven super amable que es hijo del dueño y echa una mano por las tardes , y dos parroquianos, un empleado de mi propia empresa cuyo turno acabó hace muchas horas pero que por motivos que desconozco y no me importan alarga su presencia en la zona del trabajo, cerveza tras cerveza, quizá tratando de no llegar a ningún sitio interesante ni amado, y un orco con el pelo grasiento y blanco de canas que podrían ser venerables en otro siglo, en otra cultura, un tipo de mediana edad rojo como un tomate que eructa comentario tras comentario, gracieta tras gracieta, con la agilidad mental de los sevillanos de los tópicos, sí, ésos que todos habéis visto alguna vez en las películas. el sevillano que todos tenéis en la cabeza.
Habla el tipo de esto y de aquello, de fútbol y de Antonio Puerta, de política y del precio de las pieles de oso; no me hace falta pedir el té con leche, el chico me conoce y lo sirve, lo cojo, me voy a una mesa, leo un periódico, lo dejo, cojo el móvil, mi verdadera prensa, mi conexión con la familia, con el trozo de mundo que me importa, abro el Facebook, leo amigos, me sonrío, lo cierro, divago mientras el malaje sigue vomitando su corriente de pensamiento inmediato y de repente oigo que grita ;"Mira mira mira "!
Asustada creo que ha pasado algo importante en la calle y levanto la cabeza tres segundos para entender rápidamente la situación; una tía imponente ha pasado por la calle y el orco se entrega a una ensoñación malsana y lujuriosa, será una chica joven, supongo, con un buen culo, no sé, no acierto a verla; vuelvo rápidamente a mi teléfono mientras oigo con asco que el tipo explica que "eso" puede costar unos cien euros, y entiendo que está dando detalles de establecimientos prostibularios que seguramente conoce bien, quizá por haber terminado siendo cliente después de criarse en uno, y en lugar de convertirse en Abel Azcona, o sea, de echarle arte y talento a la vida , ha acabado siendo putero de toda la vida.
Intento desconectar porque no me gusta comer basura, pero entre los segundos siguientes oigo la siguiente frase, "tú no, tú a limpiar" y por un terrible momento creo que se está refiriendo a mí, dado que he levantado la cabeza un momento y soy la única mujer del local. Vuelvo a levantar la mirada pero nadie me mira a mí, sólo encuentro una sonrisa azorada del camarero, una camaradería falsa del cartero de la barra y el desfogue verbal del putero dando detalles de todas esas cosas maravillosas que conoce del mundo femenino al que sólo puede entrar pagando.
(Hay que decir que todo esto está a metros de mí, puesto que el asqueroso ha salido a fumar, así que no tengo la certeza de que las cosas sean como yo las estoy viviendo).
Me siento repentinamente mal, casi físicamente amenazada; en mi cabeza se plantean todo tipo de opciones, desde la película de Clint Eastwood en la que lo arreglas todo con una pistola, de repente Tarantino me parece un tipo genial, uno que entiende de verdad como funciona el mundo y echo de menos un arma, quiero de verdad encañonar al pestilente orco de pelo graso y dejarlo seco allí delante del joven camarero, ofrecerle al cartero una razón definitiva para dejar el alcohol, quiero derramar sangre y salir en prensa, y luego tener un juicio justo y quizá terminar comiendo en Sevilla 2 durante unos años por cargarme un viejo pijo y  putero, y de repente pienso en mi vida, tan bonita, con mis perras y mi familia y mis amores varios, me arrepiento enseguida, no quiero asesinar escoria, entonces la opción empieza a ser levantarme lentamente, hacer la pregunta clave ; "se ha referido usted a mí por casualidad"? y dependiendo de la respuesta, llamar a la policía local y denunciar al tío allí mismo, pero entonces pienso en el camarero, al fin y al cabo supone dar la tarde a uno que está trabajando, convertir mi rato de merienda en una pelea de verbena, sacar los pies del plato sin haber tenido pruebas suficientes de la ofensa, en fin , todo eso que podéis imaginar.
Finalmente me tranquilizo, el orco se va, queda el cartero solo, sigo dándole vueltas a preguntarle si el cerdo me aludió o no, ya no sirve, pienso, ya se ha ido, déjalo, déjalo estar , recupera tu calma y vete.
Pago el té con leche, como si no pasara nada, le doy la vuelta al periódico, el ABC sobre el mostrador, cómo no, en la contraportada el titular me lanza un mensaje sincrónico, es una entrevista a una escritora, no recuerdo el nombre, parece pija pero el titular dice en mayúsculas, "España es un país tradicionalmente machista", me sonrío, le respondo mentalmente, "ya lo veo, ya".
Cuando me voy alcanzo a ver al gorila, con perdón, en una esquina, y escupo sobre su estampa como la gitana que soy, deseándole una mala muerte con agonía larga, no ya por la sospecha de que me haya mandado a limpiar, por haberme desnudado de toda capacidad de seducción, por haberme arrebatado de golpe mi lejana juventud, por reducirme a lo mínimo como desconocida, porque en las distancias cortas yo sé lo que soy y lo que valgo, pero en el escaparate de los puteros no valgo nada y creo que ese tío me lo ha dicho, creyendo que no le oía.
Y pienso dos cosas; cuánta gente en este mundo se podrá sentir como yo en ese momento, despreciados, insultados por lo que son, desprovistos de cualquier atisbo de respeto, por mujer, por inmigrante, por diferente, por lo que sea, qué recursos tenemos en este paisaje cada vez más fascista y más crecido, donde ya se están dando los elementos necesarios para volver al odio y a la legitimidad del desprecio, donde la involución es el camino y para salvarnos tendremos que volver a la cobardía,  al no querer meterse en problemas, al quedarse callado cuando los impíos sacan pecho.
Como niña blanca de clase media nunca me sentí en el lado de los débiles, pero creo que por primera vez en mi vida he comprendido la ofensa y el sentimiento de humillación.
Y espero que me sirva para algo.
La otra cosa es que sé que el bicho necesitará algo de mí como personal público, algún día, en algún momento; puede ser una carta o una llamada al 112, cuando en la misma esquina se le rompa el corazón hastiado de fanfarronería, y entonces lo veré reventar como un triquitraque o como el lagarto de la Magdalena que dicen en Jaén.
Hasta entonces, sé de qué lado estoy.
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No me miréis así; no soy rencorosa, sólo confío en el karma.





domingo, 3 de noviembre de 2019

Limpiezas

He vuelto a limpiar el Facebook, de ciento veintiuno a sesenta y cinco "amigos" , incluyendo gente que ya conocía de antes y cuya deriva no me gusta o me deja fría o no me parece apropiada o sencillamente no interactuamos, así que entiendo que pa qué van/vamos a estar ahí. También  he quitado a miembros de la familia que por muy entrañables que sean comparten cosas muy tontas o injustas con capacidad de análisis cero, no seré yo quien se lo explique. Lo malo de esto es que te permite diseñar un mundo de juguete a tu medida donde la necesaria compasión ante las diferencias personales o ideológicas desaparece por completo en pro de un confort mental que no obstante me parece muy saludable. Así que si a eso le añadimos que llevo unos días emperrada en romper cosas del pasado, desde que leí un artículo sobre oponopono  acerca de lo bueno que es soltar lastre, y que me estoy cargando poco a poco todos los manuscritos adolescentes , haciéndolos cachitos de papel amarillo que termino arrojando a la boca del dragón, nos encontramos con una yo bastante activista en ese sentido.
Digamos que cada día que amanece apuesto por la esperanza, y ya que ésta pasa por la destrucción del pasado, gustosa me ofrezco al juego; aunque entre tú y yo, lector, lectora, te diré que más que el artículo, pesa en mi ánimo la desoladora tristeza que sentí en la última visita a Madrid , en el rastro, en el puestecillo de fotos donde me dijo el señor que no podía hacer fotos, aunque sí hice un mini video que me pasé algunas veces para volver a sentir esa grima destructora con la que tomé conciencia; una montaña de fotos en blanco y negro en su mayoría, en las que gente como cualquiera de nosotros, en ese momento dueños de sus vidas, se tomaron imágenes en paseos de domingo, vacaciones familiares o enamoradas, comidas de campo o visitas turísticas.
Quién les iba a decir que acabarían esos trocitos tan amados de existencia vendidos al mejor postor en un mercadillo, para solaz de curiosos atónitos ante  la fugacidad del tiempo o aficionados al vestuario o usos y costumbres e otras épocas.
Creo que me aseguré a mí misma que prefería romper yo todas mis fotos antes de no ser nadie en unas manos ajenas, porque las fotos sólo significan, entiendo yo, para quien ama o conoce, excepto fotos artísticas o curiosas de interés científico.
Pero fotos personales, todos sabemos que son un rollo si no conocemos a los que salen en ellas.
A no ser que a uno le guste sentir el morbo de saber a ciencia cierta que esos fotografiados anónimos están ya muertos y borrados de la faz de la tierra.
Para eso prefiero visitar las necrópolis romanas, que no sonríen ni dan pena, sólo imparten la lección de la eternidad de la piedra y la liviandad del ser humano.
Creo que mientras espero el resto de limpiezas de cosas que ya no funcionan, ya sean órganos o estaciones,  me iré quitando las capas una a una y con un poco de suerte, quedaré limpia y desnuda del todo, tal como llegué.
Hasta entonces, espero que esta luz mortecina no consiga deprimirnos del todo, para que podamos asistir al estallido de los nuevos días de primavera.
Como en una hoja de ruta cada vez más básica, apunto las tareas quizá ligeramente preocupada por lo poco que escribo según pierdo vista,( esto de la presbicia es exclusiva culpa del carnet de identidad, quizá la única foto que no podré destruir con mis propias manos vivas), el sentimiento de prisa por hacer algo antes de que sea demasiado tarde, dejar algo escrito que sí merezca la pena dejar atrás aunque sea para un rastro de difuntos.

domingo, 27 de octubre de 2019

La condena

Tengo un vecino muy a lo lejos que esta tarde se quedó un rato dentro del coche escuchando música, porque yo creo que era incapaz de dar un paso sin delatarse.
No es la primera vez que se alicata, de hecho es un habitual de un bar donde nosotros también fuimos habituales en verano, y como los ratones de laboratorio, se conoce la senda mínima que lo lleva a casa con el coche, aunque sea un peligro dentro del mismo barrio, salvo que se le cruce un imprevisto cualquier día, suele llegar bien hasta la puerta de casa, sólo que hoy se ha tomado un tiempo antes de salir, no sé si porque le gustaba la canción y quería oírla hasta el final, cosa que yo hago a veces, o porque deseaba dejar pasar un tiempo antes de entrar en casa, aunque desconozco con quién vive.
He visto hijas o nueras y alguna nieta, y antes había un perro, un carlino que se cagaba donde quería y al que  no veo hace ya bastante tiempo, supongo que pasó a mejor vida después de ser maldecido por varios vecinos que se tropezaban con sus cacas en esta calle que es como una línea recta pavimentada en dirección  a la nada, quizá a la vida ordenada y a la rutina arbolada con plantas de vivero, por donde en las mañanas la barredora del ayuntamiento pasea su rascada con la que se limpia la espalda de los desempleados que el ayuntamiento contrata por  meses.
Sí, vivo en una de esas calles de película de Tim Burton, donde las tapias separan a la gente arrullada por taladros domésticos en días feriados y muchas noches, demasiadas, llega el olor a pescado frito exhalando su aliento de Neptuno en horas bajas, como si todo el barrio se hubiera leído las bondades del pescado azul en internet, y entonces me da coraje si tengo ropa puesta a secar, porque mi ropa vuela al aire mínimo del patio con olor de almendras y flor de algodón y muere con la peste de sardinas y boquerones.
Pero como decía, el vecino se bajó al final del coche, y lo sé porque coincidimos cuando yo bajaba la calle buscando un rato de caminata con la que matar los efectos de la glotonería y el café de la tarde, y las ideas tristes y los pelos que blanquea el tiempo y todas esas cosas que una persona de mi edad se plantea no como opción filosófica, sino como obligada reflexión.
Nos cedimos el paso como bailando un ridículo minué y al bajar la calle seguí masticando el poema que tenía atrapado entre las encías, como un trozo de carne o una piel de lenteja.
El poema de la condena. que dice así;
Cumpliré mi condena muy en silencio,
observando mi vida a través del ojo de una cerradura
desde aquel sitio en el que ya he sido todas las que podía ser,
la tierna, la humilde, la mala y la buena
la exultante y la suicida y la madre y la hija
y la que mató con la lengua y a quien mataron
en tardes de lluvia que no acababan nunca.
Cumpliré mi condena acatando la sentencia
de los que saben desde antes de nacer que todo está averiado o en peligro
o es demasiado joven o demasiado viejo como para que pueda ser redimido
o que ya está todo hecho y consumado
y sin embargo
darían litros de su sangre para que los delfines no tuvieran que morir abrazándose en círculos
noches enteras de pena y abandono
azul color azul profundo azul muerte e impiedad
daría yo mi sangre para que las madres no tuvieran que morir abrazadas a sus hijas
y aparecieran en el fondo azul azul profundo azul muerte marina
impúdicamente expuestas en la prensa de los mundo ricos
para que cuatro beatos lloremos en la intimidad de nuestras casas con aire acondicionado
y lamentemos la injusticia en charlas de salón que nada cambian.
Daría yo mi sangre para que este mundo fuera un lugar hermoso para mi dulce hija
no tener que decirle que tendrá que defenderse
que seguirá luchando por las cosas más básicas
como el respeto al otro,
el amor al otro,
la compasión
o un techo
o un lugar donde dormir
o un abrazo.
Pero que también encontrará
como anoche encontré  yo
gente con la que poder hablar de lo fascinantes que son los pulpos
gente con un corazón limpio
con la que pasar alegremente las horas de condena
en estas celdas invisibles a las que llamamos vida
y que creerá en ellos
y en los delfines y en los pulpos y en las flores
que se abren silenciosas cuando amanece
y no creerá las mentiras de los malos científicos
cuando despojan de memoria a los peces y a las ovejas
y a todo lo inocente y bello que hay sobre la tierra.


(Después de una semana dura en la que se mezcla la pasión por la palabra en la novela de la Murdoch, el cansancio físico, la música de Yomuri y una tristeza muy otoñal ).

domingo, 6 de octubre de 2019

Elise

Hoy aparece Elise en esta vida, en este blog, para ponerse un traje nuevo de piel limpia, para estrenar la mirada aunque aquellos ojos que como los de Anna Quentin en la novela que estoy leyendo de Iris Murdoch , ya no se abren redondos frente al mundo, sino que más bien se han empequeñecido, porque son los ojos de una persona que "no se ha defendido contra el paso del tiempo".
Elise puede seguir aprendiendo muchas, muchas cosas, puede seguir leyendo cientos de libros y asimilando otras formas de vida que le apetezcan , porque Elise es libre y puede darse el capricho de tener emociones no siempre positivas, pensamientos sombríos y sus contrarios, puede paladear otros sabores y puede de todas formas seguir aquí, aunque no se lo permitan los tiranos de los lugares comunes y la estadística, Elise puede escapar de la profecía cutre de los oráculos, de los compromisos adquiridos, no malos, ojo, muchas veces resultado del cariño hacia semejantes, o familia o lo que sea. Elise puede hacer lo que quiera, incluso renunciar al sexo, porque está harta de las revistas de farmacia donde se da a entender que es bueno que la gente mayor folle, con el mal gusto que eso supone, en un mundo donde el deseo es una puta canción de reggaetón en cuyo clip una morena recibe cuarto y mitad por parte de un musculoso panel humano lleno de tatuajes, de repente Elise se siente muy fuera de todo eso, sin ganas de seguir hablando de deseo como hace diez años, o más que sin ganas, podríamos decir sin interés, como una no puede ser adolescente toda la vida.
No es por juzgar a nadie, pero si dicen que Gandhi renunció al sexo cuando todavía era joven, porque tenía cosas más importantes que hacer, por qué no aceptar esa idea como una cosa más, sin escandalo ni condena. Ella, la integrista de las pasiones humanas, de repente domesticada y dócil frente a esos atardeceres, metiendo su caduca sensualidad en una maleta sin remite, o en una cesta de mimbre para echarla al Nilo, quién sabe si los dioses sabrán qué hacer con ella, con su sangre caliente y su  cuerpo rebelde que no quiere cansarse ya en el esfuerzo de mantenerse vivo artificialmente, forzando la máquina o trucando pulsiones infantiles.
Ahora que lo piensa, Elise siempre fue más cerebral que otra cosa, siempre fue la azotea la que mandaba humedecerse el cono sur, la que decidía de quién enamorarse y de quién no, menos alguna vez que se engañó pensando que también era parte de la biología como los gorilas del zoo siguen respetando sus ciclos de celo hasta que caen redondos el último día de sus vidas.
Claro que Elise no es una gorila, es sólo una mujer muy mental que ahora empieza a aceptar que gusta de otros placeres, y se levanta de la siesta un  domingo y entiende una cosa, única y clara como ese rayo de sol empecinado que juega tras la cortina, lamiendo las últimas horas de la tarde (el verbo lamer, tan usado en narrativas malas) que pudiendo experimentar orgasmos en soledad, cuatro o cinco si el momento es bueno, y quedando todo esto en el ámbito privado de la intimidad de las personas, sin que pueda ser materia de estudio ni le importe a nadie, si puede tener esa misma sensación leyendo descripciones de calidad en literatura y rodearse de esos libros inteligentes que susurran al alma y le dicen que todo está bien tal como ha sido creado en nuestra vida, que una puede ser más vieja y más fea que ayer, pero más libre, que hay personas que lo tienen todo tirado en una habitación llena de objetos de teatro, que esa habitación puede iluminarse con una pequeña lámpara de rincón a la que le han puesto gasas por encima, y taparse con una piel de oso de atrezzo de teatro ("el arte más puro"),que así se reencuentra el amor cuando una de las dos partes necesita simplemente un sitio donde vivir, que eso no tiene la más mínima importancia para ninguno, que las personas no funcionamos con códigos ni con secuencias que se paguen con monedas, que un profesor de filosofía puede recomendar a sus entregados alumnos, aun siendo docente y enamorado del pensamiento, que se alejen de ella, que se busquen un empleo estable, si una puede aceptar todo esto también puede aceptar que no le guste limpiar el polvo, o que le gusten las galerías de un centro comercial o no quitarse los pelos del coño o no estar siempre disponible o estar pensando el latazo que le resultan las confesiones de familiares y entorno, aun siendo tan entrañables, tan dignas de amor y atención , como las cosillas de una hija, o bien llamar a las cosas por su nombre cuando una jornada laboral supone la muerte de tres o cuatro cientos de neuronas en una población seguramente ya bastante afectada, aunque en este caso no por la edad, sino por la locura que supone la rutina y la actitud de servicio, más quemante para una mente inquieta y lo que casi seguro debió ser un corazón viajero, que cualquier otra cosa en este mundo.
Si podemos aceptar el trato que los escritores, las escritoras en este caso, con más de dos dedos de frente, nos proponen, seguramente lo vamos a pasar mejor, caminaremos hacia la gratitud cada hora de la existencia, felices de encontrar voces que nos quitan las etiquetas de bichos raros con la facilidad con que un gorila de zoo alumbraría el oscuro rincón de un muelle portuario con la luz de una linterna prestada.
Elise encuentra ropas verdes de terciopelo, encuentra un idilio consigo misma, un perdón que le ha sido negado muchas veces, una libertad insospechada.
Elise guarda en sus oídos la canción del mar, y se guarda la utopía en el regazo y la acaricia como un gato, sin saber realmente si podría hacer algo más que lo que hace, si podría intentar vivir de otra manera, aunque en el fondo sabe que no lo está haciendo mal del todo, porque en la ocultación de la sombra a los que amamos también está el principio de todo amor, es bueno que nos perciban sólo como vemos a la luna, la parte visible como inspiración de toda belleza, pero la cara oculta, ésa nos pertenece sólo a nosotros como individuos.
Elise está encontrando un camino nuevo, y en la mochila lleva muchas voces de mujeres que ya vivieron y dejaron libros en los que la gente no pretende caer bien, está dejándose atrás el disfraz de jovencita que desea embaucar a todos, (ya no le sale bien, las jovencitas  de 50 suenan a música de circo y a fragilidad impostada), está empezando a darse permiso.
Elise busca, y Elise encuentra.


domingo, 29 de septiembre de 2019

Las cosas que hicimos

Cuando pase los dedos por los libros no escritos, cuando piense canciones que he amado a través de tanto tiempo y espacio como puede tener una  amapola, cuando crea que muero sin que sea verdad, tendré un lugar, una especie de bote de cristal como el que pueda tener una granjera despistada en su alacena para atesorar los frutos rojos del invierno, pues ahí es donde habré guardado las cosas que sí hicimos.
Y entre ellas el encuentro de ayer, un rato de charla y cervezas con uno de los personajes que considero emblemáticos de mi época bloguera, como yo le llamo, la época salvavidas, cuando manejaba aquel bote de palabras en madrugadas azules que no acababan nunca , cuando echaba las redes para el consuelo y las sacaba repletas de relucientes pescados color plata que luego se quedaban saltando dentro del bote para ayudarme a vivir. Nunca tuve más intención que ésa, que alguien me ayudara a vivir con sus halagos nacidos más allá del océano, y si acaso pensáis que eso es poca cosa, os recuerdo que ha habido gente a lo largo de la humanidad que se ha salvado gracias a un mensaje por radio, a una comunicación casual emitida desde espacios lejanos, a un destello de linterna o a la sombra de una figura al otro lado.
Pensar sólo que hay alguien que te admira por lo que eres, cómo escribes o cómo piensas , pensar simplemente que alguien puede tener entre sus manos tu corazón por unos minutos de su largo día lleno de obligaciones y responsabilidades en la larga fiesta de las máscaras, (que cada uno soporta como puede), es un motivo lo bastante atractivo como para seguir, y alentar de esa manera la esperanza.
Cuando todos teníamos blogs activos, creo que eso fue lo que hicimos, echarnos salvavidas unos a otros, acariciarnos las panzas como haríamos con perritos sin madre, juntarnos las palabras para que ellas hicieran de abrigo para tal o cual cosa que ahí se expresaba, ya fuera emoción o sentimiento o simple cuaderno de bitácora, y cada cual con su rostro verdadero o su antifaz de colores, encontramos, creo, mucha gente curiosa a nuestra medida.
En mi caso debo decir que obtuve mucho más de lo que esperaba, porque con el tiempo conocí gente que albergaba exactamente lo que dejaba ver en sus escritos; hasta la fecha sois más de una que sigue en mi vida aun en la distancia, con los espíritus a veces tan cercanos como las cometas que se encontraran en el aire cuando el viento decide juntarlas y no antes ni después, sin la obligación del surco de un cuadrante ni calendario.
De hecho se me están olvidando las fechas , como si nunca hubieran tenido importancia, y es verdad que no la tienen a partir de cierta edad, como los libros olvidan quién los hizo  y cuándo fueron escritos.
En la vida todo es un baile de rosas y espinas, y al final todo acaba pasando, dejando tras de sí los zapatos sucios de las bailarinas, sus lazos de pelo tirados en el suelo, las botellas de vino vacías, los ropajes que usamos para seducir y los grilletes que llevamos, ya enmohecidos, en las esclavitudes que decidimos asumir con gusto.
No queda mucho más , pero es importante haber tenido esas chispas en la trayectoria, haber vivido poniendo todo el interés que puede tener un buen trago de vino fresco a la garganta.
Así definiría a mi querido Genín, a quien al fin abracé con muchos años de retraso, (ya nos pilla a ambos redondos y talludos, como se puede ver en la única foto , absolutamente mítica, que voy a poner con su permiso, que será solicitado inmediatamente después de terminar estas líneas), pero que creo disfrutamos enormemente.
Un buen trago de vino es este hombre que tanto vivió y sobrevivió, una persona que al igual que otra viajera de estos lares , me sirve de inspiración con su ejemplo de palabra viva, de humor tenaz que se cuelga de la realidad y la transforma, me atrevería a decir que la convierte en lo que a uno le sale de los cojones, con toda su carga de frustración y batallas necesarias pero sin bajar la guardia para que nadie pueda decir que nos rendimos.
Ésta es la gente que me inspira, no los titulares de prensa, ni las revistas de farmacia, ni los artículos de salud ni los percentiles ni los pronósticos del FMI ni mucha, muchísima gente, mucha más de la previsible, gente domesticada que trato y atiendo a diario.
Fue maravilloso pisar el ranchito, después de tantos años de imaginarlo, al final nada es lo que inventamos pero al mismo tiempo es exactamente lo que creímos,( Genín por ejemplo  es más alto y corpulento de lo que me representé, sin embargo Pitu se redujo de la setter de mi imaginación a una monada  de apenas unos kilitos de peso con la mirada de reina y la cola como una pluma blanca para atraer los buenos vientos pero aparte de eso, todo en el reino de Genin cuadró).
Y así como cuadra el corazón con su latido  y la hojilla con su rama, yo también me colgaré de esa energía volcánica que a veces tenemos los derrotados para echarnos a vivir, ahora que sabemos que la edad sólo es un impuesto cabrón que tenemos que pagar por la inevitable caducidad , pero que no puede con una mente que se resista.
Así es como te percibí, tan joven como siempre serás, y yo seré, porque también me niego a enmohecerme , que digo yo que por algo en el bar te conocen así, por el verdadero nombre, Joven, y jóvenes seremos forever and ever y que le den por culo a  la tristeza.
Como una chispa, como un fruto rojo en mi bote de cristal, como un trago de vino fresco directo a la garganta , ése es mi dulce recuerdo de un encuentro que fue con años de retraso, qué digo, no, justo en su momento y lugar precisos, el día de ayer, cuando la vida volvió a echar a andar después de una noche de dolor y pesadilla.
Como la vida misma que se reinicia a cada rato.
Cuántas aventuras le quedarán todavía al alma libre, eso se lo dejaremos al oráculo del sur, que ahora mismo está fuera de cobertura.
Ni falta que nos hace, porque con este presente que tenemos lo tenemos todo.
Gracias, gracias, gracias.
Y salud.

domingo, 8 de septiembre de 2019

Starman

Lo vimos cruzar la calle República Argentina con el semáforo en rojo para los peatones, un poco echado hacia delante como la gente que está mal dibujada, un poco varado hacia la derecha, con los pies abiertos haciendo andares extraños, con una bolsa de papel donde podía leerse una marca de calzado en una mano; una moto le sorteó peligrosamente, vestía camisa amarilla y llevaba la cabeza rapada, su tono de piel era blanco lechoso, nos sorprendió verlo cruzar así en dirección al metro. Cuando el semáforo cambió cruzamos nosotros también, y al llegar al acceso al metro vimos a nuestro hombre parado, mirando al suelo, con expresión pensativa, su bolsa de papel en la mano, sin hacer ningún gesto ni movimiento.
Tanta prisa para pararse así, sin motivo.
Nos dio tiempo de entrar a las puertas de acceso mientras mirábamos hacia atrás con un poco de reserva, preocupados por si le estaba dando un chungo de ésos que fulminan a la gente y los borran en directo sobre el paisaje urbano, por si se tambaleaba y se caía, por si necesitaba ayuda, aunque ya una vez dentro del metro era bastante probable que las cámaras lo estuvieran grabando y alguien pudiera detectar más pronto o más tarde una indisposición de trágico resultado, o esto es lo que creemos en las ciudades.
Volver la cabeza y mirarlo, al menos en mi caso, con la timidez de no querer ser cotilla, total, la gente tiene derecho a ser rara, a no ser preguntada por su comportamiento cada minuto si algo no se ajusta a lo que consideramos normal, pero realmente desarrollamos entre los tres una teoría de lo que podría estar pasando.
"Se ha gugueado"- dijo Selene, y me explicó que eso es cuando el ordenador o lo que sea se bloquea y no puede seguir haciendo lo que estaba haciendo, entonces actualmente tenemos tantas formas de guguearnos (supongo que se escribe usando los caracteres de Google) como enfermedades degenerativas, pero lo del hombre calvo de la camisa amarilla, con aquella palidez sospechosa y lagartija y aquella inmovilidad cerúlea era otra cosa, como más inmediata, más evidente.
Era un alienígena que recién estrenaba un cuerpo prestado , y que tenía serias dificultades para pilotarlo, por lo que se había parado en la puerta del metro para repasar las instrucciones o emitir algún tipo de consulta con la que poder continuar.
Llevados por la imaginación y la perfecta verosimilitud que ofrecía la imagen, pensamos que si conseguía entrar (hasta que bajamos en el ascensor continuó allí, como una estatua, sin mirar un teléfono, sin buscar la tarjeta, sólo quieto, atento a una especie de voz interior, o quizá un reseteo), seguramente bajaría con nosotros al final de línea, donde hay un campo, una extensión abierta sobre el cielo de Sevilla, muy apropiada para ser recogido por una nave espacial sin demasiados testigos siendo como era un día entre semana (los fines de semana con la tendencia a la  botellona en el aparcamiento la cosa se complica), y Selene me confirmó que hay teorías consistentes sobre esto de la infiltración entre humanos  de seres procedentes del espacio, a lo que le dije con total sinceridad, como cada vez que doy por sentada la fuerza de nuestra carga espiritual y la veracidad de las otras puertas, en un entramado en el que por pequeños no podemos considerarnos ni únicos ni simples trozos de carne con ojos, aunque algunos lo sean , pues como digo con total fe en lo que estaba diciendo le respondí que sí, que nuestro hombre era uno de ellos, pero que por torpe lo tenían que recoger ya, como resultado de una misión fallida.
El metro empezó a llenarse y lo vimos sin embargo subir al vagón, había conseguido ponerse en movimiento;tomó asiento entre la gente y de lejos lo espiamos a ver cómo lo llevaba, todo bien, aparentemente uno más en la fauna cansada de un día laboral, sólo distinto por el color pálido y un cierto desconcierto.
Con decepción vimos cómo bajaba en Amate, muchas paradas antes de la estación final, donde sin duda lo podrían recoger con más tranquilidad , así que pensé, bueno, otra vez se ha equivocado, éste no tiene futuro como infiltrado.
Es mucho mejor que sea un tipo humano con alteraciones debidas a cualquiera de las numerosas patologías que padecemos en la colmena, y que llegue a su casa tranquilo y que se quite los zapatos y cene algo ligero mientras ve un rato la tele, más tranquilizador que imaginarlo como una criatura perdida en un mundo de vagones chirriantes y señales luminosas y sonoras cuyo significado hay que aprender.
Bueno, encogimiento de hombros y continuación de la ruta.
Ahí se hubiera quedado la cosa si esa misma noche, mientras A. y Selene sacaban a las perras cerca del olivar, una gran bola de fuego no hubiera cruzado el cielo por unos segundos, ofreciendo un espectáculo nada usual en esta zona con suficiente contaminación lumínica como para no apreciar más que alguna perseida gorda y esporádica.
"¿Lo véis? Bajaron a buscarlo pero no lo encuentran; se equivocó de estación, lo que demuestra que nuestro turista alien es excesivamente torpe; espero que puedan recogerlo de todos modos antes de que lo haga un hospital ".
Esto dije yo cuando me lo contaron al llegar a casa (yo me lo perdí, por floja, que no quise sacar perras esa noche).
Mientras escribo esto, en la tele ponen alguna de las películas de la serie de Hombres de negro, y pienso, cuántas veces más la realidad podría responder con hechos a mis ansias de ficción.
O dicho de otro modo, cuántos serán los caminos con los que la fantasía siempre ha conseguido responder usando el lenguaje de la realidad, hasta transformarse en cosas que pueden verse, tocarse y sentirse.

domingo, 1 de septiembre de 2019

Ensayo de la vejez, extra, extra

Cuando abres los ojos y ves que ves menos, y que la cabeza se te cansa y que la digestión es pesada y que todos los días se repiten , te dices a ti misma, estoy vieja, pero ya no te acuerdas de que la capacidad para vivir la rutina como una pesadilla la tenías ya de joven, y que entendiste la vida como una pesada carga desde la primera flor y que por eso te tronchaste, por obedecer la orden del cuadro de mandos neurológico desde el primer albor.
Sin embargo hoy sabes que la vida es un tanque que atraviesa campos y ríos, a veces cenagosos, y que las flores tienen la costumbre de explotar incluso a través de las grietas del asfalto, y que ésa es más o menos la habilidad que también los humanos poseemos.
Negarlo sería de tontos así como la necesidad de inventar cada mañana el horario que parezca nuevo para no morir de aburrimiento, y con más o menos gallardía también  solemos conseguirlo.
Debo decir que si no fuera porque existe gente que escribe hace años que me consideraría loca, defectuosa, mal etiquetada como la carne con listeriosis, nueva marca turística de la tierra en la que habito, en la que nunca pasa nada y el sentido del deber de los políticos es tan visible como la cagada de una mosca recién nacida.
Sé gracias a los que escriben que lo que me pasa no es nada malo, es una pataleta y un pasmo continuo, pero también una queja y un lamento y un beso largo y frío cuando ya no esperas nada, una caja que no quieres abrir pero que abres de todos modos, el impulso de llevar la contraria cuando todo el mundo está aceptando la ignominia como lo más normal del mundo, justificando el crimen y acatando el desastre.
Aquel senegalés tenía razón, uno lo que quiere al final del día es ir a su casa y abrazar a su familia, y tenía razón, creo que eran los tiempos en los que yo conocía las calles por obligación, porque desde mi ranciedad sevillana, desde mi enfoque cómodo de las cosas, no sabía que tanto desmán fuera posible para gente que quiere ganarse el pan sin más, digamos que me asomé a un mundo nuevo por el ojo de una cerradura para que mis ojos también se abrieran, y aunque no llegué a abrir la puerta del todo, sí me dio tiempo a ampliar mi horizonte con el otro punto de vista posible de las cosas, esa joya de la corona espiritual que las señoras retrógradas y los padres de familia que se creen buenas personas  jamás conocerán.
Al final llegué a la conclusión de que lo único que podía hacer era el máximo bien posible en el circulo más pequeño a mi alcance, y que con esto sería suficiente para ese entorno cercano, y que desde luego, desde ahí podría poner otro color a mi propia realidad.
Ahora mismo el mundo no está por esa labor, pero tampoco hay que ser derrotistas; si apagamos por unos meses los noticieros y nos dedicamos al de al lado con un poco de empatía, en poco más de media luna estaremos con ganas de mandar a tomar por culo el deseo de muerte y las voces de la vejez, que blanquea nuestras carnes otrora sensuales y afloja los pocos músculos como gelatina de arroz, abrazando otra vez la vida como si fuera lo único que se nos permite, porque de hecho ésa es nuestra máxima libertad.

miércoles, 17 de julio de 2019

Vendo baratas mis penas

Ahora que tengo recientes el color y la luz de Dublín,  me he acordado de aquel matrimonio irlandés, padres de cuatro hijos, tan encantadores y educados como son los sajones en nuestro imaginario, pero en su caso era verdad, eran muy amables y cálidos ,  no al estilo del presidente de aquella comunidad en Tenerife sur ,que siendo británico y amable también, era frío y falso como una grulla, y que me perdonen las grullas, se me ha venido a la cabeza, no sé por qué, porque aquel señor (curiosamente apellidado Ireland) era más estirado y se notaba que era de otro palo. Los dublineses en cambio hablaban con los ojos y te abrazaban con la palabra, y cuando supieron de mi angustia, me dieron ánimos con todo el cariño del que fueron capaces; fue así cómo supe que tenían cuatro hijos y que dar vida no era el fin del mundo para nadie, más bien suele ser el principio de todo. Pero yo sabedora de todas mis fallas, de los múltiples defectos de aquella relación que sería vehículo de esa nueva vida, tratando de adaptarme a una vida en la isla (otra isla, y qué importante fue, creo que desde que nací he ido pidiendo asilo en los trozos de tierra que flotan en el mar, por alguna misteriosa razón que seguramente ni exista, por mucho que me guste inventar vejeces para mi alma acuática y últimamente agotada), en plena batalla enésima de lucha y supervivencia, no estaba para verlo. Envenenada o iluminada por una supuesta óptica pesimista de la vida, ahora soy tan repulsivamente humilde que doy asco.
Ya cada vez me permito menos juzgar a nadie porque después de haber vivido sé que en cualquier momento podemos cagarla por muchos libros que hayamos leído, imagina quien jamás haya leído ninguno, qué trastazo puede darse en el primer encontronazo con la vida, ya sea un mal amor o un desastre cualquiera.
Como digo, los dublineses me dieron su dirección para que les escribiera, para que les visitara algún día con mi hijo, cuando todo hubiera pasado, y yo perdí su dirección,
Es más que probable que el papelito saliera volando en la primera tormenta, entre el accidente que facilitó que dejara el empleo aquél y el lastre del embarazo, que consistió en una secuencia de dolores y molestias y en mi transformación en burra campestre, o quizá en todo lo que pasó después hasta la ruptura del huevo del que salió no un niño, sino una niña preciosa que  modificó para siempre mi escala de prioridades.
El caso es que me hubiera gustado ahora haber podido encontrar esos amigos dublineses entre esas calles mojadas por la lluvia, entre esos patios de vallas cortas donde a veces explosionaban flores vivísimas y otras languidecían  vehículos aparcados en la puerta o en cualquier pub de madera  de los muchos que allí hay repartidos para beber unas pintas chapurreando amabilidades en inglés.
La verdad es que ya ni recuerdo sus nombres, como ellos no recordarán el mío.
Yo sólo he recordado no sé por qué, vuelvo a decirlo, que para explicar lo que me ocurría recurrí al lamento y al retrato triste de mi realidad, que es un efecto que suele provocar el miedo.
"¿Cómo te va?"
"Ahí tirando".
Cierto es que hay gente que con ese "tirando" incluyen una abuela con Alheizmer, un marido con cáncer de pulmón, un trabajo de turnos de noche, hijos adolescentes en plena batalla y hasta nietos a los que hay que llevar a la guardería, en un eterno bucle de no tener tiempo ni para rascarse las trompas de Falopio,(porque la mayoría son mujeres).
Pero normalmente en un "tirando"  no podría incluirse un embarazo exitoso, por mucho que fuera en una isla, lejos del entorno familiar, al menos tenía empleo, tenía el idioma, tenía una casa y tenía seguro médico.
Qué cojones; pero el miedo tiene estas cosas, tiene el poder de hacer que una venda baratas sus penas para provocar qué, la comprensión de unos irlandeses,  la compasión de tus semejantes, la indulgencia en el ámbito laboral.
"Ohh, es que éste no es el momento, ohh, es que no estoy preparada, ohh, es que soy una perrita abandonada bajo la lluvia, no sé si voy a ser capaz de salir adelante , etc etc etc ".
Me hubiera gustado poder mostrarles a los O,brien?(O, connel? Mulligans? Murphy?), el resultado de aquellas turbias cavilaciones, en forma de una hija ya guerrera a la que soporto con dificultad pero admirable en su belleza y determinación, en cuanto que habita este mundo y aspira a cambiarlo con la fuerza y el idealismo de sus pocos años, heredera de una luz que yo ya he olvidado.
Mi alma agotada jugando como ha hecho siempre se pregunta si no hubiera sido mejor componer una canción como "Perspectiva Nevsky" que tener una hija,(por cierto alguien sabe dónde está mi amado Franco Battiato?), pero el espíritu de los tréboles irlandeses ha respondido que me deje de tonterías, que la belleza suele salir de la destrucción y la iniquidad, que en el curso de los ríos nadie se pone a hacer comparativas, y si no fíjate en la isla esmeralda, saqueada por los vikingos, con duendes que empujan a los suicidas hacia los acantilados  y cientos de canciones en gaélico fundiéndose por pequeños mares de flores rabiosas en las callecitas de Galway, todo ello la amalgama final de siglos de historia seguramente poco digna.
Ésas son mis actuales gotas de sabiduría pero volveré.
Volveré para hablar de la catedral de san Patricio, a cuya salida volvió a caer la lluvia, llevándome con el pensamiento a esas ventanas misteriosas de otras vidas, vidas que se iluminaron débilmente con el candil de la fe una vez perdido el cuerpo,(tantas han sido arrancadas en nombre de la guerra, aquel árbol del recuerdo con papelitos colgados de sus ramas), del color verde y de esos días larguísimos en los que a las cinco de la mañana ya había luz como en España a las siete, de la tumba compartida de Jonathan Swift con Stella, de la calma que trae aparejado el cambio de paisaje, lo hermoso que es callarse y pensar, sin nada más que hacer, mientras se viaja.
Volveré para dar gracias porque el vicio de vender baratas mis penas ha ido remitiendo en pro de una actitud más sana aunque siga tendiendo al drama de una manera  supersticiosa, pero más amortiguada, que me deja espacio para digerir la belleza del mundo.
Porque he sobrevivido al esperar que en efecto había más, había mucho más que ver, disfrutar, amar, admirar, abrazar;
ojalá un par de alas para acudir volando a salvar a aquellas otras personas que cargan con sus penas como si fueran sacos de patatas, ésos a los que el héroe chino definía como "es fácil reconocerlos, caminan como si no tuvieran alma", para pasarles las páginas del libro por un segundo y decirles sólo "tranquilos, tranquilos, todo esto va a pasar", no hay ninguna heroicidad en ello, no te estoy acusando de cobardía, no te juzgo, sólo espera, espera un poco, realmente es muy difícil descubrir el alba dentro de las sombras, pero el amanecer no suele llegar tarde.
Me sale solo dedicar este post a Eileen Murphy y a todos los que se acercaron a aquel lugar de belleza mística de Moher para acabar con su sufrimiento; también a los que yo he conocido incluso desde la época del instituto, a los de oídas, con balas o pastillas de sombras o con cualquier otro puñal de pensamiento, de cansancio, de tristeza o de hartazgo.
Ellos, los irlandeses, también lo pensaron, y honran su memoria como el viento acaricia la hierba verde de este lado.




domingo, 16 de junio de 2019

La vida a ratos

Ése es el título del libro que estoy leyendo de Juan José Millás y al fin albricias, al fin un texto que me inspira y me hace pensar; y aun así busco la manera de contradecirle, porque debe haber otra forma de hacerse viejo, debe haber otra forma de vida en Occidente que no sea sobrevivir a base de gin tonics de media tarde, revisiones médicas y psicoterapia.
En los últimos tiempos parece que es necesario enfrentar la esperanza al raciocinio, entendido éste último como una sucesión de realidades, y qué es la realidad, lo que vocean las noticias, lo que dijo tu madre cuando tenías diez años o lo que opina el médico  o el sociólogo.
Por mi parte este tipo de escritura me provoca con voluptuosidad, tengo tanta capacidad para el río amargo como tres Millases juntos, aunque jamás , seguramente, tendré su capacidad de trabajo ni de conciencia de escritura, ni su valentía para ser amargo (hay que ser valiente para ser tan amargo, es una especie de humildad),pero sí, según lo leo, en mi cabeza resuenan todos los miedos, esos capítulos que podría escribir si llevara un diario de a bordo, cada momento de pánico, cada ocasión de analizar el sinsentido, la boca infernal que a todos se nos traga al amanecer y nos devuelve al sueño rechupeteados y agotados cada noche para que volvamos a empezar, soldados urbanos de la angustia y las neuras familiares, sociales o laborales, este  ejército de zombis en que se han empeñado en convertirnos a base de obligaciones y falta de pensamiento y /o necesidades inventadas.
Qué tentador poner esa lupa que todo escritor lleva dentro para aguar la fiesta de los días, ya de por sí estropeados como la fruta de vivero, sin sabor ni olor , tan sólo con apariencia, qué tentador dejarse caer por la pendiente y hablar para sí mismo contándonos todo lo que nos parece mal, lo chungo que le pasó a éste y al otro y sentir en el lomo el escalofrío del caos.
Sin embargo no lo haré, por mucho que me gusten las palabras tristes, tan bellas y sonoras para quien nunca deja de pensar, para quien creció soñando en otras vidas, para quien el suicidio siempre estuvo ahí  como la propia vida, para quien deseando ser místico se agarró torpemente al miedo por la picadura de un mosquito o una operación quirúrgica, para quien la melancolía nunca fue pecado, para quien ya en la infancia se dio cuenta de que ciertas cosas es mejor no contarlas nunca porque la gente llama depresión a cualquier cosa, como si no tuviéramos el derecho a pasmarnos ante el misterio o la obligación de la vida.
El otro día murió en Sevilla un poeta barcelonés que no conocía, alguien que quizá nadie nombrará fuera de esta ciudad a la que llegó en los años ochenta, a la que ha dejado varios hijos en forma de novelas, disco libros y performances que justamente empecé a consumir ávidamente en internet, porque de las cosillas que hacía ha quedado constancia ; a través del obituario que una poeta amiga colgó en Instagram , tecleé su nombre y le hice mi homenaje en forma de seguimiento póstumo. Tontunamente un periodista le definió como el Tom Waits de la Alameda durante una entrevista en canal Sur y miren, dejando aparte en efecto esa tontería inherente a los periodistas(yo podría haber sido uno de ellos, he aquí una de las cosas que he de agradecerle a mi fracaso en la vida ,porque ahora al menos mi dosis de falsedad se queda sólo para la ración alimenticia  pero no para temas importantes, que son mi paz y mi ideología y mi mapa interno que tiene un ritmo propio y sagrado),pues eso, dejando aparte las chorradas de las etiquetas y los tics simpáticos propios de una entrevista a un creador de andar por la calle, a Fernando Mansilla que así se llama el poeta (DEP) le acogí enseguida en mi pecho por  una frase que dijo, y dijo que estaba estupefacto, sí, eso dijo, que seguía estupefacto ante la vida, y lo decía después de sobrevivir al mundo de la droga en Sevilla en aquellos años duros, (nuevo objetivo, encontrar su novela "Canijo", para poder seguir homenajeándole), después de cumplir sus años, después de haber sido maltratado por jefes de trabajos cutres, después de, después de tantas batallas como sus ojillos transparentes y sus modales nerviosos denotaban.
Seguramente su alma frágil y fuerte como son las almas de los creadores seguirá en estado de estupefacción o quizá ya se ha convertido en un delfín, otra cosa por la que  me identifiqué con él a la pregunta de  qué animal le gustaría ser, y ya después de eso apagué el móvil y me fui a dormir con el desasosiego y la pena de que este hombre que ya tenía un sitio en mi pecho ha dejado de existir en el único plano que conocemos, en un mundo gritón donde cada vez hace falta más gente así y menos de la otra, y yo me entiendo.
Por cierto, para el diario millanense hoy tendría que escribir que tengo un dolor intenso en el ojo derecho porque está explotándome un orzuelo, que me angustia tener que ir a trabajar mañana sin rimmel y sin lentillas, aunque no tanto como volver a asistir al sonido hijoputa del reloj a las seis de la mañana( porque esta semana estoy de mañana otra vez ) y la vida se me va a convertir otra vez en esa toalla sucia que arrastro con los tobillos hasta que llegue el viernes y me alcancen otros compromisos que tampoco me hacen ilusión.
También podría escribir que no hay casi nada que me haga ilusión, excepto momentos sueltos como meterme recién duchada en la cama, o beber la primera cerveza fría sin nada en el estómago, que es cuando hace el efecto de suavizar todo, la amabilidad del universo es entonces la exacta realidad, esto quien lo probó lo sabe, y que estoy pensando en poner la lavadora a las once de la noche, dejarla abandonada como un niño que llora cuando termine el programa y tender por la mañana a eso de las siete, justo antes de irme a trabajar para cumplir ese sentido de mierda que tan bien explica Juanjo en su novela.
Pero como no tengo ese diario ni esa capacidad de trabajo no lo haré, (aunque ahora que me acuerdo, gracias también al libro he recordado el cuaderno precioso que me regaló mi hija en mi cumpleaños y que está sin estrenar, de repente se me ocurre ahora que quizá escribir literatura es incompatible con los procesos de sanación y crecimiento , la vieja idea de la escritura como terapia no resiste ese análisis, a poco que te descuides acabas en el vertedero de los libros de autoayuda que algunos son buenos pero la mayoría no, la mayoría son una mierda que recopila frases positivas como si a fuerza de repetirlas fuera posible ponerse tiritas en el alma ), lo que voy a hacer es seguir admirando a los que escriben y con un poco de suerte conseguir tomarme en serio para seguir con mi amante ciega, que está raída en un distrito de cinco folios pero que bulle de ansiedad por salir a recorrer el mundo.
Hasta se lo he contado a un profe titular de literatura de la universidad que es cliente de mi oficina, como si al hombre le importara mucho. ( aparte de admirar y escuchar frikis, debo decir que soy uno de ellos).
Pero bueno, es porque debo encontrar un libro que publicó la universidad sobre herejes hace un montón de años y no lo encuentro.
Os / me mantendré informada.
Al fin y al cabo el país de las letras que antes fueron ideas es el único sitio al que pertenezco.
En el día de acción de gracias del año del señor Diecinueve, durante unos ventosos y agradables días del mes de junio.

domingo, 14 de abril de 2019

Londres for five (antes de que se me olvide)

Antes de que el tiempo me borre a soplidos todos los recuerdos inmediatos, me gustaría contar aquí lo que ha sido Londres para cinco personas, algunas más ávidas que otras, de experiencias y monumentos. Diré que a la habitual masificación de los aeropuertos se le puede quitar el ácido sabor de las soledades  a golpe de rojo y gris, en cuanto llegas al hotel y te asomas  a una ventana sobre la que se inclina  Europa, una  Europa inventada por ingleses que de perfecta cena temprano y mantiene unas calles impolutas, sin embargo también respira en ella la vieja Londinium destruida mil veces a fuego y epidemias, levantada otras tantas y rodeada de orgullo.
Qué son las ciudades sin su orgullo, qué es Londres sin el entusiasmo de los londinenses, (y son londinenses el conductor sudamericano que nos recogió del aeropuerto, el chico negro con facciones hindúes pero con un toque de afroamericano que nos llevó a Luton, el italiano friki  de la trattoria Verdi que ofreció trabajo a mi hija dentro de tres años,( que debe acogerse a algún plan de empleo juvenil por períodos de dos meses según explicó), la señora que me vendió los Cadburys el último día y que me dijo (según me explicó Selene porque yo hablo inglés y entiendo hasta que cogen carrerilla, pierdo el hilo y ya no sé dónde lo tengo)que su abuela metía chocolate casero en esas preciosas cajas moradas, lo cual era un motivo de frustración, jejeje, y también es londinense el francés talludito que vendía los tickets del bus turístico, y los camareros rubios de la pizzería y el gordo que se bajó con un chaquetón de pieles y un sombrero que parecía un  Bumbury de Botero en la puerta de un restaurante distinguido en el no menos distinguido barrio de Chelsea, y la camarera del Pret a manger que me habló en español y el recepcionista que se llamaba José Rafael y la camarera de piso de acento latino, y también por supuesto es londinense la señora muy mayor que llevaba un abrigo verde entallado y unos zapatos de elfo que parecían de madera en el parque de Saint James una tarde en la que soplaba un viento frío y el helicóptero de la policía no hacía más que sobrevolar Waterloo, y los animadores de la juguetería Hammleys y la amable chica del  Sacred que dijo un par de frases en español para animarme con mi torpe inglés y nos encandiló con una tetera rellena de gin tonic para dos, esto último fue en el Soho, muy cerca de Carnaby).
Todos esos londinenses, tanto los de nacimiento como los que no, forman un mosaico que a los que nos gustan los contrastes ofrece un paisaje atractivo hasta el punto de enamorar.
Así como sus cielos grises, sus jardines por todas partes, su imperio del ladrillo visto y la escalinata tras la cual sueñas un gato inglés (a veces he pensado que todos los gatos del mundo son ingleses, esa forma de ir a lo suyo, esa elegancia fría) y una vida cotidiana con la que me siento identificada, aunque es muy difícil saber si te identificas con algo que has absorbido en miles de novelas y películas o simplemente ya estaba ahí de antes como parte de tu esencia, como las influencias que te han ido educando en la vida sin que apenas te des cuenta, los personajes de Jane Austen, Sherlock Holmes,lady Chatterley, Alicia en el país de las maravillas, Peter Pan volando sobre el Big Ben, el teatro de Shakespeare, el tiempo atmosférico de Cumbres Borrascosas, las series de libros de Enyd Blyton, y las de televisión de los ochenta que veía los viernes por la tarde, la fantasía de Harry Potter , las chorradas de Notting Hill y los retratos sarcásticos de Little Britain, y qué decir de la música, Mercury, George Michael, Amy Winehouse, y es que hay lugares en el mapa en el que como nos dijo el italiano entre aspavientos, Londres es así, es de todos los que llegan, es de todos sí, pero es de ellos, de un parlamento viejo y orgulloso que puede verse desde el Támesis, aunque también es el puente de Westminster sobre el que se desparrama una siniestra mafia de trileros, y aquellos otros que duermen en cabinas abandonadas, ocultos en el centro de una montaña de edredones, o las víctimas del alcoholismo que se adueñan de esquinitas bajo el ilustre London  Bridge, donde puedes comer lo que quieras a casi cualquier hora del día, y las murallas por las que escapó el clérigo español saltando sobre una barca para escapar de las mazmorras( en esa zona se puede ver una catapulta todavía, y es tan medieval que me encantó), y por último mencionaré el barrio de Bloomsbury ,donde estaba nuestro hotel,y el Soho, para el que no tengo palabras por el color, olor y carisma.
Tan sólo puedo decir que volveré, porque me ha faltado adentrarme en alguna ruta literaria y algún episodio de alcoholismo leve(al no poder tomar cerveza la cosa del vino se ha reducido bastante, por no decir totalmente, ya que en la mayoría de los sitios sólo se puede pedir botella o media botella y no era plan), así como conocer Bath, la ciudad donde el grupo de música de mi juventud inició sus andanzas y a la que se puede llegar con excursión pactada desde el mismo hotel, un motivo más que suficiente para volver a creer que es posible el milagro de cambiar de vida y de mundo por unos días, que es exactamente en lo que consiste viajar a lugares que una siempre ha extrañado, no se sabe por qué motivo ni razón.
Este pato se escapó de un cuento, y era muy orgulloso; estaba quieto en esa postura con el cuello muy tieso y dando la espalda a los turistas. En las  otras fotos, el puente de Londres, servidora y un poco de añoranza postal.

domingo, 10 de febrero de 2019

Los peces de Japón

Aparecen muertos dos peces en Japón y según cuenta la leyenda, eso es que habrá otro tsunami.
Ése es el titular 1.
Se convoca la manifestación de las derechas así llamadas y según la leyenda eso quiere decir que la inteligencia ha muerto a este lado del planeta, por lo que habrá otro tsunami aquí también, el del bucle infinito, titular 2.
Que hoy me duele otra vez este asqueroso hombro izquierdo y muerde toda la parte de esta extremidad y que intento sin éxito escribir deprisa y avanzo y retrocedo para eliminar los errores, titular 3.
Tengo unas ganas histéricas de meterme en un quirófano y que me operen tetas, hombros, tronco y ojos, salir como Walt Disney  y negar tres veces mi congelación para la posteridad, mostrar una sonrisa eterna al lógico desgaste de nuestra temporalidad, arrepentirme de todo y volver a abrazarme como si fuera una niña y lo tuviera todo por delante.
Tengo unas ganas tremendas de no tener miedo, de no sentir preocupación por lo que veo, de no apercibirme del ruido de las cavernas, de no darme cuenta de mis achaques, entre los que peor llevo es el cansancio de la vista, el tedio del alma y el dolor de carcasa.
Sin contar con que la cuenta atrás del tiempo biológico propone unas interesantes llamadas a hacer cosas que si te duermes no podrás hacer desde el barco póstumo, y esto es así ya de una manera real y no metafórica.
Me pregunto por qué estas cuestiones no les importan a los que manejan a las masas, por qué no se acojonan ante su propia temporalidad, porque estoy segura de que si así fuera intentarían hacer el bien y no el mal.
Por lo visto hay un colega que asesora a Trump y que anda ahora por estos lares, que acertó plenamente con el triunfo de las derechas, ése debe saber de primera mano lo fácil que es manejar un rebaño, si los coges individualmente seguro que será más difícil, pero jugando con el miedo es coser y cantar.
Coser bocas y cantar victorias, cambiar el señuelo de sitio, decir que el lobo está donde no está, en las faldas de las mujeres y en los derechos conseguidos que ya pasan por mimos innecesarios, el lobo está ahí, deshaciéndolo todo, tratando bien a los de allí y despojando a los de acá, así pues destrocemos el lenguaje para que diga lo que la gente quiere oír, lo que necesitamos que entiendan para que se movilicen en el sentido del barranco.
Así como Franco alargó la guerra para hacer más muertos, eso dicen algunas fuentes, (yo no lo sé porque sólo era una semilla de almendro que no llegó a cuajar), ahora la economía de mercado nos quiere inhumanos y facilones, sin libros ni luces, fronterizos y guerreros, primitivos y estúpidos.
No es que hayamos dejado de serlo nunca, pero me niego a despreciar el esfuerzo de los que, a lo largo de todos los tiempos, han muerto luchando por la libertad y la mejora de las condiciones de vida generales del ser humano.
Que yo sepa, los que carecen de empatía o directamente han deseado mantener el orden establecido han sido siempre, aparte de unos infelices, el palo en la rueda de todos los progresos de los que luego hemos disfrutado todos, incluso los que caminan hacia su tumba sin saberlo.
El titular 4 dice escuetamente;
Murió la inteligencia, borra el futuro.
En la sombra, el lobo a buen recaudo hace brillar un colmillo satisfecho.

domingo, 3 de febrero de 2019

El desprecio como forma de vida

Cogí mi vida con las manos como si fuera una copa de cristal, y así mismo la metí en una vitrina junto a las de champán y vasos de licor, teteras que nunca se usan y chupitos de los años sesenta.
No hace mucho que mi padre vendió la casa familiar como siempre lo hace todo, con alevosía y egoísmo pero haciéndose la víctima, que es una forma estupenda de ir por la vida porque resuelves tus problemas a costa de los demás y encima puedes plañir a gusto diciendo que la vida te trata mal.
Un mísero dinero, eso es cierto, que no le sacará de pobre, pero que permitirá a la otra parte implicada, que es mi madre, contar con unos reales para cubrir un poco las jubiladas espaldas en el país de las pensiones prósperas y la felicidad serena en los últimos años de las vidas de la gente, donde el sol se aposenta para acariciar la espuma de las cervezas en las terrazas y se juegan los mejores partidos de fútbol del mundo.
Pero aun así, y suponiendo que esta venta del nicho donde crecimos entre figuritas de porcelana y portales de hierro azulejeados por dentro, en el barrio de los caminos de asfalto diseñados para la clase media baja, con pocos árboles grandes y mucho arbolito ornamental que no sombrea ni a un liliputiense que tenga inhibida la hormona del crecimiento, suponiendo que esta venta fuera, como digo, la solución a ciertos problemas de movilidad y climatización, él no está contento ni valora en nada los balbuceos que algunos hacemos para tener una relación normal de cariño entre padres e hijos, como nos enseñaron las películas americanas. (ojalá no hubiera visto tantas series, me creí muchas chorradas que salían en ellas).
A punto de cumplir una edad importante que no pienso decir todavía, y con dolores que voy estrenando según el calendario pasa como un barco insensible, sé que no llegaré a ningún puerto seguro ni siquiera el último de mis días, puesto que todo esto no es más que una estrategia en la que cada uno se inventa un papel para sí mismo y luego dependiendo del nivel de empatía , puede quizá importarle un gramo los sentimientos ajenos.
Pero a veces no pasa; venir de un tronco así es como mínimo extraño, y ya no me importa decirlo, escribirlo. Durante mucho tiempo no quieres dramatizar, pasas de puntillas por lo que te duele como si no fuera contigo, pero un día el avestruz saca la cabeza y ve que no pasa nada por reconocer que siempre estuvo solo, y que no era eso lo que necesitó en absoluto en tiempos de zozobra.
En un mundo donde críos son arrojados al mar y a las mafias huyendo de la guerra, haber tenido un hogar y buenos alimentos no deja de ser un lujo, pero la alimentación emocional también es importante y le da a uno un lugar en el mundo.
No se instauran familias con este objetivo, en absoluto, sino con la idea de huir, de la soledad, del hogar paterno, de las restricciones de la vida para una misma, de la remota posibilidad de vivir para el propio corazón nada más y si acaso gozar de los regalos que el viaje vaya descubriendo.
No se forman familias para hacer gente feliz, y eso me sorprende mucho, ya que como sabéis mi nivel de ingenuidad es grande en todas las esferas.
Es posible que esa esperanza que me ha alentado siempre es la que me trajo hasta aquí y aquí me mantiene, pensando cómo algunos pueden convertir el desprecio en una forma de vida, sin ni siquiera darse cuenta de ello.
Como decía, a esta edad cada vez me van quedando menos ropajes, quizá menos miedo a decir lo que pienso, y si por algún momento se encendiera una chispa de luz en los aludidos, con gusto lo debatiría y arreglaríamos el torpe desajuste de mi concepción embrionaria, el miedo con el que salí al mundo hasta convertir mi vida en esta copa de cristal soplado que ahora se preserva en la vitrina ,sin viajes no sea que se rompa, sin aventuras no sea que la cague, sin saltar no sea que las piernas no puedan sostenerme, sin soñar en mis potencias no sea que fracase.
De todas formas nadie puede librarnos del fracaso, por más que lo intentemos, poniéndonos el traje de una vida apretada que no nos sienta bien para parecernos a  todo el mundo, dando gracias por poder vender nuestras vidas a un postor mezquino que se chupará nuestros días y nuestras noches como quien se traga un plato de caracoles, cuando realmente somos breves y esto no lo cambia nadie, por más que asuste el hecho de que las mariposas, una vez llegado a su máximo esplendor, mueran quemadas al acercarse a la lumbre.
Mi vida está aquí, delicada y protegida, a salvo de vaivenes que podrían desestabilizar este raro equilibrio que agradecen mi descendiente y mi pareja y mi familia, aquélla a la que le importo, pero que miente y niega la parte más importante de mí.
No, no sirvo para escalar montañas ni hacer voluntariado en sitios donde la primera fiebre acabaría conmigo, ni siquiera para salvar a seres desdichados que plañen como mi padre, con una cierta mentalidad subsidiaria que desnuda a la vida de toda alegría y placer, mentalidad de pobre que viene arrastrada desde las primera catacumbas, y que vez socorridas, seguramente te la juegan como un niño adoptado que se convierte en asesino.
Pero tengo la manía de ser inestable, de querer jugar a otra cosa, a inventar otras vidas, a desprenderme las alas de mariposa hasta hacerlas sangrar, a ponerme el NO por delante y luego arrepentirme de no haberlo intentado, a plañir yo también como si fuera un delfín al que acostumbraron a vivir en una lata de sardinas.
Manías de querer ser libre donde no se puede, por el bien común, y el sentido así llamado, que ha creado para ti un salón de baile donde nadie quiere bailar contigo, pero en el que algún lejano espejo esquinado te dice todavía lo que eres de verdad, lo que podrías ser o haber sido, la verdadera música de tu alma.
Bueno, está bien; que siga sonando aunque nadie pueda oírla.
Amaremos su belleza inasible como un personaje de novela rusa ama a un ser inalcanzable, con pasión pero en silencio, ningún amor es inútil, nada se pierde, y mientras tanto seguiremos viviendo.
Lo que sea con tal de no convertir el desprecio en una forma de vida.

Despedida

Creo que abrí este blog en el año 2009, y hoy decido que lo cierro,once años después;no deja de ser una friolera, teniendo en cuenta la gent...