domingo, 8 de septiembre de 2019

Starman

Lo vimos cruzar la calle República Argentina con el semáforo en rojo para los peatones, un poco echado hacia delante como la gente que está mal dibujada, un poco varado hacia la derecha, con los pies abiertos haciendo andares extraños, con una bolsa de papel donde podía leerse una marca de calzado en una mano; una moto le sorteó peligrosamente, vestía camisa amarilla y llevaba la cabeza rapada, su tono de piel era blanco lechoso, nos sorprendió verlo cruzar así en dirección al metro. Cuando el semáforo cambió cruzamos nosotros también, y al llegar al acceso al metro vimos a nuestro hombre parado, mirando al suelo, con expresión pensativa, su bolsa de papel en la mano, sin hacer ningún gesto ni movimiento.
Tanta prisa para pararse así, sin motivo.
Nos dio tiempo de entrar a las puertas de acceso mientras mirábamos hacia atrás con un poco de reserva, preocupados por si le estaba dando un chungo de ésos que fulminan a la gente y los borran en directo sobre el paisaje urbano, por si se tambaleaba y se caía, por si necesitaba ayuda, aunque ya una vez dentro del metro era bastante probable que las cámaras lo estuvieran grabando y alguien pudiera detectar más pronto o más tarde una indisposición de trágico resultado, o esto es lo que creemos en las ciudades.
Volver la cabeza y mirarlo, al menos en mi caso, con la timidez de no querer ser cotilla, total, la gente tiene derecho a ser rara, a no ser preguntada por su comportamiento cada minuto si algo no se ajusta a lo que consideramos normal, pero realmente desarrollamos entre los tres una teoría de lo que podría estar pasando.
"Se ha gugueado"- dijo Selene, y me explicó que eso es cuando el ordenador o lo que sea se bloquea y no puede seguir haciendo lo que estaba haciendo, entonces actualmente tenemos tantas formas de guguearnos (supongo que se escribe usando los caracteres de Google) como enfermedades degenerativas, pero lo del hombre calvo de la camisa amarilla, con aquella palidez sospechosa y lagartija y aquella inmovilidad cerúlea era otra cosa, como más inmediata, más evidente.
Era un alienígena que recién estrenaba un cuerpo prestado , y que tenía serias dificultades para pilotarlo, por lo que se había parado en la puerta del metro para repasar las instrucciones o emitir algún tipo de consulta con la que poder continuar.
Llevados por la imaginación y la perfecta verosimilitud que ofrecía la imagen, pensamos que si conseguía entrar (hasta que bajamos en el ascensor continuó allí, como una estatua, sin mirar un teléfono, sin buscar la tarjeta, sólo quieto, atento a una especie de voz interior, o quizá un reseteo), seguramente bajaría con nosotros al final de línea, donde hay un campo, una extensión abierta sobre el cielo de Sevilla, muy apropiada para ser recogido por una nave espacial sin demasiados testigos siendo como era un día entre semana (los fines de semana con la tendencia a la  botellona en el aparcamiento la cosa se complica), y Selene me confirmó que hay teorías consistentes sobre esto de la infiltración entre humanos  de seres procedentes del espacio, a lo que le dije con total sinceridad, como cada vez que doy por sentada la fuerza de nuestra carga espiritual y la veracidad de las otras puertas, en un entramado en el que por pequeños no podemos considerarnos ni únicos ni simples trozos de carne con ojos, aunque algunos lo sean , pues como digo con total fe en lo que estaba diciendo le respondí que sí, que nuestro hombre era uno de ellos, pero que por torpe lo tenían que recoger ya, como resultado de una misión fallida.
El metro empezó a llenarse y lo vimos sin embargo subir al vagón, había conseguido ponerse en movimiento;tomó asiento entre la gente y de lejos lo espiamos a ver cómo lo llevaba, todo bien, aparentemente uno más en la fauna cansada de un día laboral, sólo distinto por el color pálido y un cierto desconcierto.
Con decepción vimos cómo bajaba en Amate, muchas paradas antes de la estación final, donde sin duda lo podrían recoger con más tranquilidad , así que pensé, bueno, otra vez se ha equivocado, éste no tiene futuro como infiltrado.
Es mucho mejor que sea un tipo humano con alteraciones debidas a cualquiera de las numerosas patologías que padecemos en la colmena, y que llegue a su casa tranquilo y que se quite los zapatos y cene algo ligero mientras ve un rato la tele, más tranquilizador que imaginarlo como una criatura perdida en un mundo de vagones chirriantes y señales luminosas y sonoras cuyo significado hay que aprender.
Bueno, encogimiento de hombros y continuación de la ruta.
Ahí se hubiera quedado la cosa si esa misma noche, mientras A. y Selene sacaban a las perras cerca del olivar, una gran bola de fuego no hubiera cruzado el cielo por unos segundos, ofreciendo un espectáculo nada usual en esta zona con suficiente contaminación lumínica como para no apreciar más que alguna perseida gorda y esporádica.
"¿Lo véis? Bajaron a buscarlo pero no lo encuentran; se equivocó de estación, lo que demuestra que nuestro turista alien es excesivamente torpe; espero que puedan recogerlo de todos modos antes de que lo haga un hospital ".
Esto dije yo cuando me lo contaron al llegar a casa (yo me lo perdí, por floja, que no quise sacar perras esa noche).
Mientras escribo esto, en la tele ponen alguna de las películas de la serie de Hombres de negro, y pienso, cuántas veces más la realidad podría responder con hechos a mis ansias de ficción.
O dicho de otro modo, cuántos serán los caminos con los que la fantasía siempre ha conseguido responder usando el lenguaje de la realidad, hasta transformarse en cosas que pueden verse, tocarse y sentirse.

5 comentarios:

Tracy dijo...

Te vendes cara, pero merece la pena esperarte.
Besos

Genín dijo...

Si que lo recogieron, lo que sucede es que tienen un protocolo para disimular, ese tío, ya era una especie de holograma cuando se metió en el metro, en realidad, para ese momento, ya estaba volando por las estrellas con su gente... :)
Besos y salud

Erik dijo...

¡Que va...!
Lo que pasa es que el viaje debió ser largo y pesado y como no tenia Biodramina a manos se pillo un mareo de aquí te espero. Por eso lo del color. En cuanto a quedarse tanto rato parado mirando la bolsa seguro es que como estas cosas no llevan libro de instrucciones estaba perplejo por que hacer con aquello tan raro. Pero es que, que manía por comprar allí donde vayas, te sirva o no.

Saludos.

Genín dijo...

Por cierto, se me había olvidado, el Sabado contesté :)
Besos y salud

U-topia dijo...

Que maravillosa es la imaginación, ¿qué haríamos sin ella?

Un relato lleno de sorpresas.

Un abrazo.

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