domingo, 22 de marzo de 2020

Cui prodest

¿Qué diría el señor suicida de la vida que ha llevado?
La pregunta sonó en la habitación por la que entraba una luz triste, qué días más raros eran aquéllos, en los que ni el sol andaluz, normalmente tan gitano en un sentido alegre y descuidado, no quería aparecer por si alguien le pedía una buena noticia. Y sin embargo las había, porque siempre se inventa la luz a sí misma incluso en épocas de oscuridad , por ejemplo había llegado la primavera con una bata de flores y de alergias para cubrir las miserias de la gente; lo que pasa es que nadie podía salir a disfrutarla. La última vez que estuve en este blog fue la semana pasada y mira cómo en unos días el mundo se ha vuelto más viejo, se ha cubierto de un manto de silencio como nunca creí que podría experimentar, y la realidad es esa película mala de la que hablaba en la última entrada. Podríamos falsear como hacemos siempre, mis fantasmas y yo, y decir que estas vivencias son la excusa perfecta para extraer moralejas sobre el buen vivir y el no quejarse por tonterías, pero a estas alturas de la vida ya nos conocemos, y sabemos que si mañana se levantara el estado de alarma y fuéramos libres, pasada la primera borrachera de aire limpio, volveríamos  a lo de siempre, ese sistema de actos repetidos con los que pagamos nuestra supervivencia, precisamente la maquinaria que acaba de pararse. Las consecuencias de este parón, de esta avería por así decirlo, todavía no podemos ni imaginarlas, a un nivel económico, así como el coste de vidas que toda crisis sanitaria deja tras de sí. Leyendo compulsivamente estos días, sin embargo sólo se me ocurren ideas que me reconcilian con la angustia y la esperanza a partes iguales ;no hay nada nuevo bajo el sol; si buscáis algo sobre la gripe de 1918, veréis imágenes como las de hoy en Ifema; si escucháis a los voceros de las conspiranoicos, encontraréis fuentes tan dudosas como las ruedas de prensa oficiales, donde unos señores muy serios nos arrojan migajas de información repetida, indecisa, poco clara e inquietante, nos dan las cifras del miedo para que estemos muy quietos como una gacela entre los arbustos, y lo peor es que estamos de acuerdo en perder las libertades más básicas. No estoy defendiendo a los que quieren salir de paseo, puesto que también estoy confinada como todos los ciudadanos sensatos, sin saber cuándo podré salir a alguna parte que no sea el supermercado, sólo me sorprende que en los círculos más íntimos, o en los escaparates de lo zafio que ahora todos tenemos a nuestra disposición, nadie se haga preguntas. Echo de menos que la gente no esté indagando o imaginando el por qué de todo esto, echo de menos que como en Roma, nadie se atreva a elevar un "Cui prodest" lo suficientemente alto y claro como para poner en aprietos a nuestros dirigentes, tan confundidos y humanos como nosotros, por lo que se está viendo, pero mucho más responsables y desde luego mejor remunerados que los esclavitos de primera línea de batalla. Estos días en las páginas de quejas  ciudadanas veo mucha indignación , por ejemplo en la de mi barrio, donde todo el mundo se felicita por el civismo de asumir el confinamiento, pero aparte de la propagación de toda clase de bulos y perseguir con mala baba al adolescente que se sube a la azotea a beber con un colega ( criminalización del semejante, esto es una cosa que no deja de sorprenderme en situaciones de crisis, exactamente igual que en el patio de colegio), dijérase que estamos diseñados para volvernos contra nuestro prójimo si no obedece, supongo que esto empezó en las cuevas, continuó en los campos de concentración y contínúa en los ambientes laborales actuales, como muchos sabréis reconocer si estáis trabajando; ahora que los pelotas están escondidos , temiendo por sus empleos e hipotecas,me pregunto si esta extenuación psicológica nos llevará a ser mejores personas, y la respuesta es no, me temo.
No me cojáis manía si sois de los que están animando a los demás con "Quédate en casa", a lo que habría que añadir, "No te queda otra", yo también lo hago porque sólo soy una niña más del patio y tengo miedo como todos. Hace dos días tuve que arrojarme a los brazos virtuales de Javier Iriondo, en una conferencia on line, bastante inspiradora en la que no nos prometió fechas de liberación   (preciosa la historia del director de orquesta, recordadme que escriba un texto sobre ello) ni unicornios rosas en este proceso de crecimiento interior  ( o decrecimiento, dependiendo del individuo) pero nos habló bellamente del sacrificio de tantos y tantas trabajadoras que están perdiendo la vida ayudando a otros en su último aliento, esto que tampoco es una cosa nueva y que al final nos define y nos da una luz divina como seres humanos.
Todo mi dolor se concentra en ellos, porque están alcanzando la dignidad a base de sudor y lágrimas; en los mejores momentos elevo oraciones secretas por ellos y para que la derrota no nos alcance a los demás, para que no seamos, aparte de heridos, también engañados, aunque me temo que esto de la derrota se ha producido ya. Ahí arriba los inteligentes de verdad, los poderosos, los estrategas, saben muy bien cómo nos comportamos las ovejas y hacia dónde vamos a ir cuando nos digan que todo ha pasado.
Deseo de todo corazón que tengan una fecha de término a esta pesadilla, porque significaría que alguien puede controlar la incertidumbre, y volverán los conciertos y los abrazos y todo aquello que nos hace vivir una vida que merece la pena.
Y por encima de todas esas cosas, la joya de la corona, la libertad, tan modesta ,de poder salir a ver atardeceres.
"Mi vida estuvo bien, sí; nunca pasé hambre y a los catorce años me preguntaba mientras leía el diario de Ana Frank, si alguna vez me tocaría vivir algún trozo de infierno, como les ha tocado a tantos otros; la verdad que no, crecí en un período histórico de paz donde sólo morían los pobres que huían de la guerra de países que no nos importaban, vamos, más o menos lo que ha pasado siempre desde que el mundo es mundo; tuve acceso a buena salud y hasta que no vi un tanque en la tele, en la plaza de Tianammen, creí que todos los estudiantes tenían el derecho de traicionarse a sí mismos y llegar a viejos, pero también  aquello lo olvidé. Ahora, cuando llego a la edad mediana, azota mis días una epidemia que nos borrará del mapa a muchos que sobramos, así que prefiero dar un paso al frente y acabar con todo por mi propia mano"-.respondió el señor suicida, sin saber que el cielo estaba limpiando todos los malos humos, que la luna había aprendido a peinarse unos cabellos de plata que ningún poeta había visto jamás, y que en una oscura cueva, en el país de las montañas azules, estaba naciendo otro profeta que cambiaría por nuevo todo lo viejo, la mierda por rosas frescas, la productividad por humanidad y la prisa por tiempo. El tiempo que usan las vacas tan tranquilas para comerse la hierba de los pastos, el tiempo que a él siempre le había faltado, tan adiestrado que ni a la muerte podía esperar tranquilo.

1 comentario:

TORO SALVAJE dijo...

Me temo que los abrazos tardarán en volver y cuando lo hagan lo harán con mucha desconfianza.

Despedida

Creo que abrí este blog en el año 2009, y hoy decido que lo cierro,once años después;no deja de ser una friolera, teniendo en cuenta la gent...