jueves, 12 de marzo de 2020

El infierno de los otros

No me sale nada, ya no me sale escribir, como no me sale follar ni tener ilusión por nada que no sea amanecer, tomar un café caliente como caliente antes era mi corazón, soñar la utopía de mi libertad que ya se ha escapado como una gaviota enferma, ya no veo el mar desde dentro de mis párpados cerrados, ya no siento la esperanza como una rosa  en el pecho que guarda cicatrices nuevas, ya no persigo los ciervos de la sensualidad ni los olores de la hierba cortada; desde mi ventana alguien ha levantado un muro de ladrillos chatos y me ha defenestrado las ganas. No digo que sea para siempre, ni que el drama se imponga en mi vida como una mala costra, será seguramente el postre de  tantos malos ratos, días largos como una película mala a la que no le ves el final aunque te atreves a imaginarlo. Sin duda será sólo una racha, como una estación de invierno o una gripe de otoño, un viento coronado de virus y de miedo para que luego estalle otra crisis económica, una página repetida del libro con las tapas sucias. Siento que ya no hay nada nuevo en la escena, siento haberme dejado derribar así, siento mucho no creer en las hadas y haber abandonado el amor, que todavía quiere oler en mi piel como las sábanas sueñan la pastilla de jabón con la que duermen, siento tanto haber dejado que me hicieran esto, que sólo puedo pedirme perdón y tratar de abrazarme sin brazos. Respondo con una paciencia falsa y apunto a mi alrededor con el Kalashnikov de mi desastre emocional, y doy los mismos espectáculos tristes que echo en cara a los viejos, y me recompongo en formato ceniza pero de ahí ya no sale  fénix sino un gorrión desplumado y triste. Tengo envidia de la fuerza de los jóvenes, que todavía no saben de la derrota interior, a Dios gracias, incluso envidio a la muchacha que viene a limpiar por horas porque ella tiene esa cualidad que a mí siempre me ha faltado, la aceptación de la familia, numerosa, pobre y muchas veces enferma, como parte de la normalidad de la existencia, no hay preguntas que hacer cuando se trata de familia, señoría, salvo amar mucho, luchar mucho, trabajar mucho, hacer piña y desde luego no preguntarse nada. Quién se pone a cuestionar nada cuando los padres son mayores y cerriles y han enfermado, quién se pone a analizar nada de estas cosas, quién si no un tarado de la vida, un animal enjaulado, un ratón de biblioteca, un exiliado de sí mismo, un bicho raro, una araña que teje telas de mala calidad, una torre torcida, una planta defectuosa. Quién si no puede pensar en cómo salir de callejones sin salida que impone el deber moral pero no la natural tendencia al escapismo. Dónde están las flores cuando el sol se oculta, dónde queda la fe cuando la cerveza ya no es un plan, dónde se esconde el deseo de jugar cuando ya no hay recreo, dónde está la luz cuando dejamos mandar a las sombras.
Hoy no lo sé, mañana quizá.
Quizá mañana.

7 comentarios:

Tracy dijo...

No me digas que no te sale nada ni si quiera escribir con lo bien que. Lo haces, pero que no te salga follar..... Eso hay que cambia o radicalmente. Un

Tracy dijo...

No me digas que no te sale nada ni si quiera escribir con lo bien que. Lo haces, pero que no te salga follar..... Eso hay que cambia o radicalmente. Un beso.

Erik dijo...

Estamos un poco raros hoy.

Creo.

Lo q Leo dijo...

Pues el texto me parece triste
pero estupendo
Abrazuchos.

Sara O. Durán dijo...

A conservar la calma y la alegría.
Un abrazo.

Francisco Espada dijo...

Ahora que no puedo salir de casa, que todo el tiempo es útil para crear mundos, tampoco logro escribir un poema. Se ve que estoy , aunque sin fiebre, aquejado una gran sequía.
Un abrazo.

Manuela Fernández dijo...

Son tiempos difíciles y nadie es de piedra.
SAludos.

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