domingo, 10 de mayo de 2020

Días nublados

Qué suerte tener un pensamiento estructurado, qué suerte vivir como quien diseña una presa o un polideportivo, que hay gente así que planea, estudia y mide y más o menos ése es el rumbo de sus días; sólo cuando todo salta por los aires, (tema recurrente en las películas y también en libros) es cuando toman conciencia de que la vida no es así, es plena, intensa incertidumbre, pero eso a los que son como yo no les llama la atención. Porque el miedo , la cuerda floja, estuvo siempre. Si algo nos está enseñando esto es que hay que reeducarse para vivir el momento presente como el único posible, y sin embargo, qué mal lo llevo. Diríase que siempre tuve mis calendarios infalibles cuando no es verdad, pero mi mente lo intenta, o al menos lo pretende cada vez, mientras al mismo tiempo se pudre por la falta de sorpresas. Quién lo entiende, yo desde luego no. Pero bueno, ahora que no tenemos planes para el verano, es buen momento para tomar conciencia, aunque yo estoy abandonando mucho las pretensiones, no sé si es bueno o malo. Me he suscrito a Netflix y a día de hoy me conformo con llevar imaginariamente la capa de pelos de Utrehb Ragnarsson y abrirme camino entre el miedo y la nostalgia como si llegara a un campamento nuevo cada vez. Me conformo con ser amable con la vieja que empiezo a ser, una dama que provoca las risas de una adolescente porque si le aprietas mucho los brazos, se vuelve blanda y le quedan marcas, me vuelvo más vulnerable, más esponjosa, y hay morbilidad en ello, una especie de dulce borrachera, porque no hay nada malo en ello, es como sentir que estás llegando a un sitio donde la gilipollez y la tensión irán terminando solas; mi cuerpo sigue pareciendo una estampa clásica y casi en su caducidad aprendo a amarlo, con sus ríos azules, bosques y restos de armaduras;en el vientre  llevo una bolsa de agua y estrellas que me duele si camino  más de un kilómetro ,sigo detestando que el trabajo me robe tiempo para mi vida, que se compone básicamente de ensoñaciones, pero que son las mías y de nadie más, y con mucho cuidado y esfuerzos intento que no se me apague la luz. Algunos días, como ayer, los objetos se vuelven insolidarios, como dijo un poeta, y me molesta cada tarea como si fuera una losa, y me arrastro como una toalla por el suelo de mi cabeza, son días nublados en los que el asistente de mi teléfono me pregunta si necesito que me cuente un chiste, así tendré la carita, pero sólo hay que abandonarse, dejarlos pasar, y luego llegará la luz para que cada objeto o emoción o pensamiento asuma su verdadera estatura, y no hay más.
Las nubes son mi territorio, y cuando lo cubren todo, sé que están exagerando.

4 comentarios:

Tracy dijo...

Un placer leerte y me hubiera encantado hacerlo todos los días de este confinamiento, porque siempre me encuentro pensamientos que reconozco que he vislumbrado en mis entresijos y que unas veces lo hemos resuelto de igual forma y otras, de forma muy distinta , pero siempre me han enriquecido,
Un beso.

Francisco Espada dijo...

Pero tú no exageras nada en tan sabia reflexión. Hemos perdido el norte y se nos escapa dónde está lo fundamental y dónde lo accesorio de la vida. ¡Ojalá imantemos la aguja y logremos descubrirlo de hoy en adelante.
Un abrazo.

Ginebra Blonde dijo...

Cuando comprendemos que no sirve de nada, o al menos no como única opción, planificar nuestra vida, y que esta se pronuncia desde su libre albedrío, que es una caja de sorpresas y que cada día, debe ser como un bonito y único amanecer, es cuando en verdad comenzamos a vivir.

Muy buena reflexión.
Un placer leerte, Reyes.

Abrazos, y feliz semana.

Manuela Fernández dijo...

Estos días son muy difíciles para todos y nos hacen reflexionar. La cuestión es sacar algo en positivo.
SAludos.

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