
En primaria teníamos un profe de mates , el Masca , cuyo apelativo completo era Mascabrevas.
Lo llamábamos así porque su verdadero nombre era Luis Portillo, y le apodaban "el terror de los chiquillos " .
Un primer contacto con la crueldad de la poesía ,porque lo cierto es que aquel profesor lo mismo te llamaba subnormal que te decía que de toparse con nosotros un extraterrestre, pensaría que la especie humana era totalmente discapacitada .
No era de los peores, con todo , porque al menos su violencia era sólo verbal y no física ; y su crueldad sarcástica aligeraba bastante las largas horas de clase ,ya que como suele ocurrir también en los empleos , cuando no va dirigida contra uno suele ser un espectáculo divertido , aunque entronque con nuestra peor parte.
Pero en fin , todo esto venía a que a partir de ahora , la palabra Masca tendrá otro tipo de evocaciones para mí, por fin .
Ha llegado su redención como recuerdo.
Masca será ya para siempre ese sitio abierto frente al mar donde unos gigantes guanches se durmieron para siempre.
El sitio donde un pueblo permanece colgado como un belén de tierra y palmeras , donde el vino sabe diferente debajo de los árboles y donde se puede comprar miel de montaña a una viejecita que hace sombreros con sus manos y les pone un lazo de color para soportar la vida;
un sendero donde el silencio en pleno día te hace sentir extraño , y parece como que no ha pasado el tiempo porque no puede pasar lo que no existe .
Donde he sabido que el canto agudo de un pavo real suena azul porque sabemos que los pavos reales son azules , así que está claro que podemos inventar la belleza según lo que sepamos de ella en cada momento .
A mí que me queda poquita , estos días que no me siento escritora ni superviviente ni bella ni nada , en los que veo claramente extinguirse los humos de mi pasión literaria , empiezo a pensar que sólo necesito un lugar así para olvidarme de todo .