lunes, 23 de enero de 2012

El camión de la Pepsi

Aquel lunes la poeta enana se levantó contenta.
Había estado jodida o muy jodida,sobre todo por su propia mano,y ahora disfrutaba de un momento feliz.
Entre las numerosas estadísticas que nos bombardean como pompas de malos augurios,(por algo los políticos las usan tanto)no hay ninguna que mida el grado de felicidad de las personas,se había dado cuenta de esto a través de los años.
Y lo peor es que la mayoría de la gente,incluyendo a sus buenos amigos, lo consideraba el estado natural de las cosas;también ella había llevado ese abrigo desde la infancia,para no creerse demasiado buena,o demasiado alta,no fuera que el verdadero rasero de la vida la pillara por banda y la pusiera en su sitio.
Pero no quería eso para su vejez.
Así que comenzó a ser feliz,trabajando en ello como otros trabajan el barro cocido.Leyó libros,abrió la mente como un abanico,se dedicó a sentir,aunque aún era fuerte la pulsión mortal del desánimo,el deseo sórdido del lamento.
Se diría que lo estaba consiguiendo;y como en todo cambio,hubo pérdidas.
Perdió amistades y tardes de charla,perdió manos tendidas,perdió la simpatía que despiertan los jodidos.
No le importó demasiado,aunque leves agujitas siguieran pinchando obstinadas por ahí dentro,el cariño verdadero ni se compra ni se vende,ya lo decía la copla;aunque tampoco se puede hacer que los ciegos vean si no quieren hacerlo y mucho menos cambiar a nadie.
Aquel lunes tenía las cartas en la mano y un pañuelo de seda para recibir a su destino,por fin alegremente y sin reproches.
Se levantó,pues,y echó a andar.
Los pajarillos blancos de la mañana(quizá palomas o espulgabueyes)se cruzaron con ella traviesamente;el cielo azul descargaba luz sobre el campo extendido más allá de las rotondas;la radio derramaba canciones de los cincuenta en voces de negros que habían vivido vidas turbulentas pero que dejaban buena herencia de música y espíritu;los olivos se detenían en su baile de siglos como dignas ancianas plenas de fruto y con el deber cumplido;era feliz,sí, no le cabía ninguna duda.
Y entonces apareció el camión de la Pepsi.
El conductor estaba renegando ante una de las muchas noticias de mierda que la radio vierte sobre la gente desde la madrugada;estaba cansado y no vio que a su izquierda un coche enano, con una enana feliz dentro ,le intentaba rebasar;hizo aquella maniobra extraña al oír el claxon y la carga cayó sobre el coche enano sin oportunidad alguna de supervivencia.
La enana expiró entre miles de botellas de refresco,y aún le dio tiempo a pensar que los muertos sienten el dulce sabor de la vida justo en el último segundo;aunque ya no se lo podría contar a nadie.
Eso sí,a su entierro acudieron todos los que ya en los últimos meses no le hablaban por ser demasiado feliz.
Y en los corrillos las frase sueltas cruzaban el aire como los blancos pajarillos de la mañana.
"Vaya, ahora que las cosas le iban bien ..."
"Sí,la pobre tenía derecho a ser feliz".
"Yo se lo decía,que disfrutara que nunca se sabe..."
"Qué perra vida;no somos nada,eh?".
..
Es verdad , no somos nada.
Y una poeta enana mucho menos.

15 comentarios:

Francisco Espada dijo...

Sí que lo somos, que lo eres. Tú cuentas mucho, y yo te escucho y te acompaño con mi mano tendida.

mariajesusparadela dijo...

Pues, fíjate: yo pagaba por morir feliz, como ella.
La mayoría de la gente tiene miedo a la muerte y muere de enfermedad, meditando su miedo.
Ella murió feliz, sabiendo que la felicidad viene siempre desde dentro, nunca desde fuera y que no vale buscarla en los demás, porque está en uno mismo...
Las enanas tienen muchas posibilidades de ser felices; a las gigantas les cuesta más.
Yo, desde siempre, me siento enana.
Y feliz. Y si a alguien le duele, es su problema.

Genín dijo...

No creo que haya nadie que en muchos momentos de su vida no se sienta mas chiquito que una hormiga, cuando se dice eso de "tierra, trágame", esta enana tuvo la suerte de morir feliz, suerte reservada solo a los gigantes de espíritu que son afortunados.
Preciosa la entrada, para leer varias veces, cosa que haré de vez en cuando.
Besos y salud

Tracy dijo...

La esencia se vende en tarritos pequeños.

Eastriver dijo...

Una poeta enana con un par es mucho más que muchos que son mucho. De todas formas, vaya manera puta de morirse, entre Pepsis. Yo es que soy de Coca Cola y apuesto que la pobre poeta enana también. Porque no la imagino yo de Trinaranjus.

Estaría bien que dotaras a tu poeta enana de entidad simbólica y que continuara habitando este mundo virtual con las cosas que le ocurrieron antes de palmarla, la pobrecita, tal cual fuera un cronopio decidido.

Mariluz GH dijo...

hoé pues menos mal que no era de cocacola ni sonaba aquello de "la hispa de la vida"... es que no me gusta ninguna de las dos, yo soy cervecera ;) y enana ¡eso sí! :)

abrazos

pd

secundo la moción de Ramón sobre la identidad simbólica de tu enana pepsicolera

San dijo...

Morir feliz a eso debieramos aspirar, no de terribles dolores y enfermedades, no mejor feliz y con sabor a pepsicola.
Besos.

Encarni dijo...

También es mala suerte morir con el sucedáneo de la chispa de la vida. Y un verdadero 'latazo' irse al otro barrio de esa manera tan dulce, burbujeante y pegajosa. Un verdadero traji-poema visual.

José Luis dijo...

Vaya, morir es una lata. Quizás morir de felicidad es morir en un baño de burbujas..(disculpa los chistes malos). Me ha encantado eso de "se dedicó a ser feliz", como diciendo..."ahora os vais a joder"
Besotes Reyes

José Vte. dijo...

Si al menos hubiera sido un camión de San Miguel, al menos se habría ido achispada y contenta.
Aunque como dices que se fue feliz, pues al menos eso es lo mejor que se pudo llevar despues de tan jodida suerte. Digamos que tuvo una muerte dulce, jejeje

Un abrazo y buen relato

El Drac dijo...

Creo que la muerte viene de todas maneras sin importarle si somos felices o dolientes; además no hay por qué tener tristeza que de la muerte no sabemos nada sólo que siempre viene; como viene todo lo natural, los que estamos cansados de luchar la esperamos como lo mejor que nos pudiera pasar.

Un gran abrazo

virgi dijo...

Morir rodeada de las burbujas de pepsi no creas que me ilusiona, preferiría que fuera con las de sidra, no sé lo encuentro demasiado marrón...
Besitos, artista.

Anónimo dijo...

Tuvo suerte la poeta enana: murió en un instante feliz, porque yo soy de la teoría de que la felicidad no se puede retener, por eso es tan deseable. A lo más que podemos aspirar es a estar en paz con una misma y con el mundo, tarea, que tengo comprobado, es ardua para los espíritus inconformistas con la vida.

Un beso, hermosa.

Sue dijo...

En efecto y como dice Paradela, la felicidad está en uno mismo, aunque nos empeñemos en buscarla fuera. De ahí los cambios de ánimo. Hacemos que nuestro bienestar dependa de que éste nos acepte como somos, de que el otro nos ame sin concesiones, de que el de más allá nos entienda, de que nuestro trabajo sea lo que queremos... y es un error porque las cosas empiezan a cambiarse de dentro a fuera (a parte de que nunca "llovemos" al gusto de todos y tampoco hay que martirizarse por ello).
En realidad hablo por mi, Reyecita, estoy pensando en alto. Ya sabes. Pero tu cuentito me ha servido.

Te mereces ser feliz, por supuesto, y el resto merecemos verlo, así que pa´lante como los de Alicante.

Un beso grande.

Anónimo dijo...

Lo que más deseo es morir feliz, imagínate, casi "na", aunque sea entre botellas de Pepsi. siempre que vuelo, pienso: "y si en este momento fallaran los motores..." Rápido, sin la oportunidad de pensar en nada, sin tiempo para sufrir... De todas formas, es algo que tengo que hacer", pero quiero hacerlo felliz.
Un abrazo.

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