jueves, 6 de abril de 2017

Flores y mariposas



Valentina, de soltera Valiente y de casada Tina, solía soñar despierta mientras la carcoma de la responsabilidad la disminuía en fuerza y en tamaño.
Eran  muchos los días que,alineados uno detrás de otro, le chupaban la sangre de ocho a tres, y se sabe que  a fuerza de repetir los mismos actos y caminar los mismos pasos, el ser humano se convierte en serrín con el que luego se rellenan los edredones de las estadísticas.
Aquel día sin embargo se vino un poco abajo, notó el movimiento de tierra justo debajo de sus tobillos, que a pesar de todo seguían siendo finos, fieles a su poquito de  belleza, decididos a no ceder.
Todo fue porque encontró un par de medias de flores y mariposas.
Recordó que  en su momento le parecieron  lo bastante atrevidas para poner una nota de excentricidad en su vida;
entre hora y hora podría pararse a mirar ese estampado y seguir soñando despierta, rebelada contra la grisura de las medias de las demás mujeres.
Había flores, pájaros, mariposas amarillas y hojas verdes  sobre fondo crema.
Suficiente para que sus piernas fueran animando la ciudad y la oficina como un libro abierto por la primera página.
Pero luego se atrevió poco a llevarlas. De hecho las usó dos o tres veces nada más.
Pero ese día se levantó valiente, como valiente era de soltera.
Decidió ponérselas.
Las estiró con placer sobre una pierna y le pareció que torneaba una hermosa columna, luego la otra, y al calzarse culminó un pequeño gesto parecido a la creación.
Así salió a la calle y luego fue a trabajar.
A media mañana sin embargo, desde el espejo del baño, cuando ya salía, percibió que las medias envolvían unas piernas demasiado gordas para soportar un color tan claro.
La falda de invierno sobre tanto color resultaba grotesca y la camiseta roja no ayudaba tampoco mucho.
Los pliegues sin embargo no eran de la ropa, eran de su barriga, mamá canguro con cangurito universitario que se queda con la bolsa inservible pero el hueco hecho.
Y ese botón hacia fuera.
Y ese par de nubes negras debajo de los ojos.
Y esa coleta que abre  un pelo como un camino de rastrojos.
De repente ya no era alguien que lo mereciera todo.
Ya no era un libro abierto por la primera página.
Ni esa mujer locuela próxima a los cincuenta que se reinventa cada día sosteniéndose sobre valientes tobillos.
No.
Sólo era alguien que toma dolorosas decisiones.
Que tapa heridas con la seguridad que  no tiene y aparenta valor cuando lo que tiene es  miedo, a la que el corazón se le vuelca como se vuelca un cubo de una patada ante las posibilidades más aterradoras que ni siquiera tienen que ver con ella.
Alguien que hierve macarrones y que no tiene tiempo para nada.
Alguien que aunque descubrió el truco de muchas cosas, sigue temiendo los palos del destino.
Y ahora  no es primavera en sus piernas, ni en su cuerpo ni en su estampa.
Las flores y las mariposas ya no pueden hacer nada.




2 comentarios:

Max B. Estrella dijo...

Doloroso y estrafalario como la vida misma; veo que ha cambiado el nombre del blog, y el talento sigue siendo el mismo, afortunadamente. No se si es buena idea; pero el blog es suyo y se lo folla cuando quiere. Cuando tenga que cambiarlo por: El blog de los 350 días ( puede ver que soy generoso y pieso en sus vacaciones),
probablemente sentirá que ha sido un pelín impulsiva. Recuérdeme que le envíe una poesia en que conviven mariposas, japoneses y aeroplanos. Un dia se la voy a cantar con mi guitarra, el día 351.

Genín dijo...

No hay que perder las mariposas, sean las del estómago o las pintadas de colores, ni la seguridad en uno mismo, nunca... :)

Besos y salud

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