miércoles, 24 de octubre de 2012
La mejor tarea del mundo
Laura tenía más años que los balcones de palo y aun así,mantenía la edad de sus emociones,como dicen que dijo Anatole France.Laura consideró que ser madre era una buena tarea,o al menos lo suficientemente interesante como para no perderse la experiencia,pero prometió a sus amigas no-madres que les contaría todo lo que sintiera.Así despertó la envidia cuando,recién nacido el bebé,les hablaba de la fuerza con que los seres humanos se agarran a la vida rodeando con sus minidedos el dedo de su madre,cómo buscan la teta y cómo se siente una cuando se derrama sobre la criatura sabiendo que es su único sustento y luz,cómo duele la entrega en noches insomnes en que nada importa más que esas décimas de fiebre,cómo sonríe el mundo cuando el bebé sonríe,y cómo hasta los actos más deplorables o los recuerdos más cutres pasan a un segundo plano porque al dar vida una se convierte en diosa,a un nivel íntimo,porque los dioses son alimento y protección.
Después despertó admiración por esa capacidad que tienen las madres de no rendirse jamás,de apreciar belleza en los gestos de la pequeña boca,el cascabel de las primeras palabras y la ternura insoportable por la vulnerabilidad del recién llegado.
Pero luego hay más cosas,Laura empezó a darse cuenta.
Justo cuando al salir a dar un paseo con su hijo se dio cuenta de que según el niño crecía,el silencio mental era imposible.
Estar con él significaba hablar continuamente,estar atenta a cosas que normalmente no le interesaban,demostrar afecto cuando quizá sólo tenía ganas de dormitar en un rincón;también significaba ir de un sitio para otro para que la persona nueva viva experiencias y actividades hasta que pueda hacerlo por sí misma.
Y sobre todo,no estar tranquila nunca.
Porque aunque la psicoterapeuta le dijo que debía encontrar su "espacio propio" , resultó que cuando el niño no estaba le faltaba algo;era para contratarla de plañidera en los debates de la telebasura,de puro quejica y preocupada.
Veía en el espejo la cara de su madre,los gestos de su madre,la tendencia a la sobreprotección que su madre había demostrado con ella.
Todo esto se lo contó Laura a sus amigas no-madres;que estaba de chacha a tiempo completo,así como de cuentacuentos,enfermera,cocinera,ayuda de cámara( para calzarse zapatillas deportivas demasiado estrechas,obsequio de un padre ausente),arrepentida con golpes de pecho por pasar demasiado tiempo en el trabajo,demasiado mala siempre,insuficiente a todas luces,a todas horas,necesitada de ayudas extra para recogerle a la hora del colegio,para que no note,para que no sufra,para que no falte.
Y aun así siempre por debajo de las expectativas,porque el trabajo de madre es lo más ingrato que se pueda una echar a la cara.
Fue así en los tiempos del campo y en la revolución industrial,y en las épocas de religiosidad y mojigatería,y en la playa y mientras se enamoran o se reflejan en un escaparate,o mientras cagan intentando pensar en sus cosas,aun así las mujeres-madre siguen siendo madres,una vez que ya lo han sido nunca pueden dejar de serlo.
Esto Laura lo sentía como se siente el peso de la responsabilidad;y se asustaba porque había visto a muchas,demasiadas,anuladas por completo en ese papel,haciendo el ridículo más espantoso detrás de un hijo que en la edad adulta seguía dando portazos o negándose a comer el puré de verduras.
O cayendo en el alcohol;o al maltrato de otras personas como forma de vida ; o al juego; o al desempleo crónico,con cargas familiares que recaen en ellas,como un bucle infinito de trabajo;Laura no deseaba ser víctima pero entendía cada día que pasaba que ya lo era en potencia,que la indefensión no es negociable cuando un trozo de tus tripas sale a rodar por el mundo con un alma propia.
Desde ese mismo instante,la libertad ya no es posible.
La libertad no suele ser posible para las mujeres.
Como un mantra la idea le venía a la cabeza y la compartía con sus amigas no-madres,hasta que éstas dejaron de ser sus amigas porque a su vez querían ser madres y les parecía demasiado amargada,"un punto de vista nublado por un egoísmo exacerbado",que es un adjetivo que suena a hierbajo y que se usa cuando se quiere decir que algo es exagerado o impropio.
Pero ya no era tiempo de lamentaciones;una vez descartada la idea de presentar una queja al In-Defensor del Pueblo solicitando la supresión del día de la madre,así como la imposibilidad de ser una de ésas que tratan a sus hijos como paquetes,Laura se reunió consigo misma una tarde y se puso a pensar.
Mientras pasaba las páginas del álbum de fotos,el que tenía campanitas y chupetes en la portada,se dio cuenta de lo mucho que había envejecido ella según el hijo crecía.
Y suponemos que aceptó.
Aceptó el transcurso de la vida y la responsabilidad que supone.
Aceptó seguir creyendo que cumplidos los cincuenta se iría al Tíbet o a vivir al mar,aun siendo no más que una utopía para gente inquieta;aceptó que encontraría la paz mental y que al iluminarse lo entendería todo como un juego de niños;pero sobre todo aceptó que ,aun siendo una Buda o una geisha,o una novelista o una monja retirada,bastaría una llamada de su niño para desmontar toda su comprensión del mundo,para salir corriendo dándose patadas en el culo.
Al fin y al cabo,la libertad no suele ser posible para las mujeres.
A estas alturas,todos deberían saberlo,incluso Laura,tan agotada un miércoles por la tarde, con un temblique en la mano derecha y una lágrima a punto de salirle del ojo izquierdo.
Uf.
....
"¿Qué te pasa,mamá?"
"Nada,las putas lentillas,que me molestan".
...
Uf.
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6 comentarios:
Deberíamos ir al oculista con más frecuencia.
No se tu ahí...
Pero yo aquí huelo a maría...jajaja
Besos y salud
Has hecho una descripción para que se caigan las lentillas.
Laura es un personaje secundario de su propia biografía. Espero que pronto pueda escapar de sí misma y de su vida, sea en tierras tibetanas o en Zamora mismamente, que, a la hora de huir, lo mismo da.
Gracias por recordarme por qué jamás tendré hijos. Bueno, por eso y porque soy un tío y no puedo parir, está claro.
Un saludo.
Yo uso gafas. Se manchan con el sudor, con el vaho, con las manos, con el roce de las mejillas cuando beso, con las lágrimas cuando pico cebollas... pero no corro el riego de las lentillas.
Aunque se me empañen de nuevo, un beso.
Y cuando el mundo no tenga "esas madres" se helará de frío. Pero cierto: no hay libertad después del amor. O mejor dicho somos libres para amar pero cuando se ama ya no se es libre. Y a un hijo, hija, se le ama siempre.
(Pero no pasa sólo a las mujeres, también a los hombres que sí aman)
Lo que pasa es que fuera del amor sólo está el "ego" que nos devora o la libertad pàra...¿NADA? Acuérdate del grito existencialista: "condenados a ser libres", pero negando de manera absoluta el amor. Y del no-amor a la desesperación
En fín, que con lágrimas y risas vamos tejiendo una vida maternal de esperanza
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